Historia de la Tecnología en España

Begoña Calzón

Periodista de Cinco Días.

Una obra, Historia de la Tecnología en España, ha compilado por primera vez la contribución de nuestro país a la innovación mundial y reivindica a Jerónimo de Ayanz como un Da Vinci a la española.

AEC HISTORIA DE LA TECNOLOGÍA EN ESPAÑA

Isabel la Católica concedió el 24 de febrero de 1478 la primera «cédula de privilegio de invención e introducción» española. Es uno de los primeros antecedentes que se conocen en el mundo de la patente actual, pues protegía de posibles aprovechados un nuevo sistema de molienda aplicable a todo tipo de molinos, tanto de mano como «de sangre», hidráulicos o de viento, que había ingeniado el médico real Pedro Azlor, a quien concedía su explotación en exclusiva durante un periodo de 20 años.

A partir de esta fecha comienza una etapa fecunda para España en la historia de la innovación, que cuenta con su propio Siglo de Oro, el XVI, y su auténtico Leonardo da Vinci, el riojano Jerónimo de Ayanz. Así lo atestiguan 250 patentes -muchas de ellas fruto del espionaje industrial- halladas por los 53 autores de la primera compilación histórica española de los avances tecnológicos, tras un escrutinio minucioso del Archivo de Simancas.

Cinco años de esfuerzo, bajo la dirección de Francisco Javier Ayala-Carcelo -miembro del Instituto Geológico y Minero español, así como de la Academia de Ciencias de Nueva York-, han deparado el casi millar de páginas, repartidas en dos volúmenes, de Historia de la Tecnología en España, que se ha presentado en el Instituto de la Ingeniería.

Dos de los autores no han llegado a ver la obra publicada de la mano de Valatenea. Y fue problemático hallar un editor, según Ayala-Carcelo: «Hace dos años se me vino el mundo abajo cuando Espasa-Calpe rechazó su publicación». Asegura que «ha sido una obra civil que partió de la iniciativa privada, excepto por la colaboración posterior del Instituto de la Ingeniería».

Se ha concebido como una obra de difusión general, que entronca en todo momento con el devenir económico de España, por lo que Valatenea promete una próxima versión «más asequible» de la obra, que costará 8.500 pesetas, frente a las 32.000 de la cuidada edición actual.

En ella se reconoce que en los últimos 2.000 años España sólo ha aportado el 1,6% de los avances tecnológicos mundiales, pero reivindica el papel que merecen los inventores españoles del siglo XVI -todos ellos nobles e hidalgos, por cierto- y, especialmente, las de Jerónimo de Ayanz, al que le tocó ya vivir los problemas de liquidez del Imperio. Administrador general de minas de Felipe III, ideó el primer equipo de buceo para los pescadores (1602) y un prototipo de submarino, entre otros muchos ingenios. Pero. lo más relevante. es que consiguió en 1606 varias patentes para diversas máquinas accionadas a vapor, que, por tanto, son anteriores en más de 80 años a la ideada por Thomas Savery en Inglaterra.

Si tanta fecundidad no consiguió entonces adelantar la primera revolución industrial fue sólo porque faltaba el factor humano interesado en hacerla, la burguesía.

De modo que el empresariado español se ha acostumbrado a importar las patentes en vez de desarrollarlas.