Recordando a Ricardo Flores (1947-2020), Placa de Honor AEC 2015

Juan Carbonell Gisbert, Profesor de Investigación CSIC València

Creo que la mejor manera de tener una idea de quién era Ricardo Flores es, en primer lugar, leer sus palabras de agradecimiento tras la concesión de una Placa de Honor de la AEC en 2015 (Acta Científica y Tecnológica 2016, 26: 34-36) y, también, actualizar su figura escuchando su última y magnífica charla en febrero de 2019 titulada Viroides y Virus: en la frontera de la vida, en el foro Encuentros con la Ciencia de Málaga.

AEC RICARDO FLORES PLACA DE HONOR 2015
«Ricardo está siendo recordado por muchas personas, amigos, estudiantes, doctorandos, colegas cercanos y lejanos»

Recupero algunas de sus palabras sobre la ciencia y la labor de los científicos en sus diversas ramas que muestran su amplio perfil basado en una inagotable curiosidad por todo lo desconocido:

«La investigación, o de modo más general, la Ciencia, es la única actividad cultural realmente universal. No podemos entender cualquier manifestación artística, de China, por ejemplo, bien sea su literatura, pintura o arquitectura, sin previamente conocer las peculiaridades de su historia y cultura. Sin embargo, cuando tratamos temas científicos, ese trasfondo cultural desparece inmediatamente porque todos los científicos compartimos las mismas pautas en nuestro trabajo. En ocasiones, uno incluso sintoniza mejor con un colega chino que con otro que tiene en su propio centro. Este valor universal y compartido de la ciencia (cualquier avance en una parte del mundo puede en principio aplicarse en poco tiempo, para bien y para mal, a otras partes) es, creo yo, su característica principal. En resumidas cuentas, la Ciencia nos proporciona una mejor comprensión del mundo que nos rodea, un uso más eficiente de sus recursos, una mejor calidad de vida, y un goce estético. Y nos enseña también humildad. Por encima de cualquier otra consideració,n yo le debo a la Ciencia haber sido mucho más feliz en mi vida».

Lo que sigue es mucho menos relevante y es fruto de mi admiración hacia un entrañable amigo, desde que le conocí, en 1964, como residente del Colegio Mayor Luis Vives de Valencia, y como colega, desde 1973, en el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (Consejo Superior de Investigaciones Científica -CSIC) y, más adelante, en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (centro mixto CSIC- Universitat Politècnica de València).

Ricardo está siendo recordado por muchas personas, amigos, estudiantes, doctorandos, colegas cercanos y lejanos. Por mi parte, trataré de seguir mostrando algunos rasgos de un perfil y una trayectoria que, por su profundidad y amplio espectro, conforman la huella que ha dejado.

AEC RICARDO FLORES
«RNA, como palabra clave amplia, y virus y viroides, como términos específicos, constituyen los tres pilares de su actividad investigadora»

Su perfil empieza a tomar cuerpo en la década de los años 60 como estudiante de ingeniería en la joven Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de València. Ricardo no es un estudiante al uso y ya, a mitad de la carrera, se da cuenta de que los conocimientos que se imparten en aquella época en la Escuela no acaban de llenar su inquietud de adquirir unos sólidos cimientos donde asentar un proyecto que llene su futuro.

Así, antes de finalizar los estudios de ingeniería, en 1969 amplia su horizonte y se matricula en la Sección de Químicas de la Facultad de Ciencias, obteniendo la licenciatura en 1971. Se manifiesta un primer rasgo de su perfil, conocer el mundo de las plantas mediante aproximaciones experimentales con fundamentos químicos.

Para poder desarrollar los conocimientos adquiridos e iniciar un trabajo de tesis doctoral el mejor ambiente, estaba en un incipiente grupo de Bioquímica Agrícola del IATA (Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos), dirigido por D. Eduardo Primo Yúfera, a la vez catedrático de Bioquímica y Química Agrícola de la Escuela de Agrónomos. Esta circunstancia fue decisiva para que la docencia del área de Bioquímica en la recién creada sección de Biología de la Facultad de Ciencias fuera encargada a «Don Eduardo» y realizada por jóvenes doctores y doctorandos entre los que estaba Ricardo Flores.

El patrimonio de la Sección de Biología estaba constituido únicamente por alumnos (no había una plantilla de profesores estables, no había edificio propio, no había laboratorios…). Visto con perspectiva, fue una suerte formar parte de un grupo entusiasta que motivaba a los alumnos muy por encima de lo que ofrecía el entorno.

Ricardo, además de participar en la enseñanza de Bioquímica, organizó y desarrolló el programa de la enseñanza de la asignatura de Biofísica, sobrepasando la habitual práctica de relatar el texto de un manual. Conocer los fundamentos de las metodologías experimentales fue el objetivo. La docencia universitaria descubre un nuevo rasgo en el perfil de Ricardo Flores. Su pasión por adquirir y transmitir nuevos conocimientos con fundamentadas y precisas explicaciones motivaba a los estudiantes, y es algo que ha quedado en la memoria de un buen número de ellos que me han hablado de él como un excelente profesor.

Su perfil investigador se inicia con el trabajo experimental sobre las partículas nucleoproteicas asociadas a la enfermedad llamada «tristeza de los cítricos». Lo desarrolla en el IATA y le lleva a obtener el grado de doctor en 1975. Se produce el primer contacto con patógenos vegetales que contienen RNA.

De forma coherente, a lo largo de 1976-1977, y siguiendo en la línea de agentes causantes de enfermedades de los cítricos, realiza una estancia postdoctoral en el Departamento de Patología de la Universidad de California en Riverside. Sigue trabajando con patógenos que contienen RNA, pero pasa, de uno de los virus de RNA de mayor tamaño, el virus de la tristeza, a trabajar con los RNA patógenos de menor tamaño que se conocen, los viroides (una simple cadena de RNA de tamaño muy pequeño sin cubierta proteica). Concretamente se dedica al estudio del viroide que ocasiona la enfermedad conocida como «exocortis de los cítricos». Podemos concluir que RNA, como palabra clave amplia, y virus y viroides, como términos específicos, constituyen los tres pilares de su actividad investigadora.

A su regreso de California empieza a desarrollar su propia actividad investigadora y manifiesta su creciente perfil investigador. En 1978, aparecen sus primeras publicaciones, destacando la descripción de un método para cuantificar la concentración de proteínas, que es su segundo artículo por número de citas recibidas. También publica otros dos artículos que inician la larga lista de publicaciones (más de 190) recogidas en la Web of Science que, excepto cuatro, contienen alguno de los términos citados: RNA-virus-viroides.

Las citas recibidas se acercan a las 7000 con un promedio de 155 citas por año. Dentro del área de la virología o patología de plantas, es un índice excelente. Su artículo más citado es una revisión publicada en el Annual Review of Phytopathology titulada Viroides e interacciones viroide-planta, al que siguen, además del ya citado sobre proteínas, un artículo en EMBO J (Revista de la Organización Europea de Biología Molecular) sobre una clase de RNAs llamados ribozimas de cabeza de martillo. Las ribozimas son RNAs que tienen propiedades catalíticas, al igual que las clásicas enzimas, consideradas hasta ese momento como las únicas moléculas de naturaleza biológica con este tipo de propiedades. Este último hecho añade un nuevo rasgo al perfil de Ricardo Flores, y es que ha sabido situarse y mantenerse en una de las fronteras actuales de la investigación, el primer peldaño de la escala biológica, con contribuciones originales de relieve.

Un rasgo que para mí es fundamental es que se ha hecho a sí mismo. Ricardo no ha seguido el sendero trazado previamente por un gran maestro. Se ha movido siempre con exquisito rigor y entusiasmo, sabiendo aprovechar y administrar al máximo los momentos de escasos recursos y establecer las adecuadas colaboraciones. Ha producido una estela de conocimientos y ha creado un grupo pionero de investigación con estudiantes e investigadores que hace años que vuelan por sí mismos.  Su trayectoria amplifica su inestimable legado.

Su inquietud inagotable por saber y conocer rebasaba la esfera científica y abarcaba un inagotable horizonte donde cabían también la historia, la literatura, las artes … en fin, todo lo que constituye el patrimonio de la cultura.

Y, ya que hablamos de cultura, voy a finalizar con unas palabras muy apreciadas por Ricardo, para definir el mundo que nos ha tocado vivir y que fueron pronunciadas por nuestro único Premio Nobel español en el ámbito de la Ciencia. Santiago Ramón y Cajal, durante el homenaje recibido en 1926 con motivo de la inauguración de su monumento en el Parque del Retiro de Madrid: «Por tener averiada la rueda de la ciencia, la pomposa carroza de la civilización hispana ha caminado dando tumbos por el camino de la Historia».

Queda claro que Ricardo ha contribuido a mejorar la rueda de esa carroza y a abrir nuevos caminos para su andadura.