Sr. Rector, autoridades académicas, miembros del Consejo Rector de la Asociación Española de Científicos, premiados, socios, simpatizantes, compañeros y amigos.
Para mí es una gran satisfacción poder participar en este entrañable acto de entrega de las placas de honor de la Asociación Española de Científicos 2017, y ese honor es todavía mayor cuando me corresponde presentar al profesor Antonio Ferrer Montiel, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular del Instituto de Biología Molecular y Celular de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche.
Permitidme que desglose brevemente su dilatado currículo. El profesor Ferrer se licenció en Ciencias Químicas en la Universidad de Alicante en 1985, obteniendo el doctorado en Ciencias Químicas en 1989, por la misma Universidad, logrando el premio Extraordinario de Doctorado. Tras su doctorado realizó una estancia postdoctoral (1990-1998) en los Departamentos de Física y Biología de la Universidad de California en San Diego. En el año 1998 se incorpora al entonces Centro de Biología Molecular y Celular de la UMH donde inició su carrera como científico independiente. En 2011 se convierte en director del Instituto de Biología Molecular y Celular de la UMH.
A lo largo de su trayectoria científica, el profesor Ferrer se ha centrado en realizar una investigación con marcado carácter traslacional en el campo de la neurobiología sensorial y, particularmente, en comprender cómo funcionan los canales iónicos polimodales que responden a estímulos térmicos y químicos. Estos canales que juegan un papel esencial en la transducción del dolor y su modulación farmacológica son un objetivo central en biomedicina. Sus principales líneas de investigación son: Bioquímica y Biología Molecular del Dolor Crónico (inflamatorio, oncológico y neuropático), Identificación y desarrollo de analgésicos y antiinflamatorios mediante química combinatoria y Diseño y validación de cosmecéuticos.
«En la trayectoria profesional de Ferrer Montiel se aprecia la traslacionalidad al combinar divulgación científica con explotación de resultados»
En su currículo se aprecia la traslacionalidad al combinar divulgación científica con explotación de resultados. Además, ha colaborado en la gestión del Plan Nacional de I+D como colaborador del área de biomedicina (2007-2011). Ha dirigido 20 Tesis Doctorales y ha participado en 65 proyectos de investigación competitivos, en la mayoría de ellos como Investigador Principal (IP). Ha publicado 130 artículos científicos en revistas de alto índice de impacto, 17 patentes concedidas, 15 productos dermoestéticos licenciados y en explotación y 2 productos en desarrollo clínico. Por sus méritos investigadores ha sido galardonado con 4 premios relevantes (Beckman-Coulter, Grunenthal, Alberto Sols y Fundación Esteve) y hoy recibe la Placa de Honor de la Asociación Española de Científicos (AEC).
También deseo destacar su vertiente emprendedora que queda acreditada por ser fundador de cuatro empresas de base tecnológica en el ámbito de la biotecnología (DiverDrugs, AntalGenics, Prospera Biotech, Fastbase Solutions).
«La vertiente emprendedora de Ferrer Montiel queda acreditada por la fundación de cuatro empresas de base tecnológica: DiverDrugs, AntalGenics, Prospera Biotech, Fastbase Solutions»
Ha ocupado diferentes cargos destacando siempre como excelente gestor: subdirector del Instituto de Biología Molecular y Celular, de 2005 hasta 2011; co-gestor del Plan Nacional I+D+i de Biomedicina, 2007-2012 y 2016: coordinador de la Plataforma de Investigación en Piel, desde 2010; coordinador de la Red Nacional de Canales Iónicos, desde 2010; y cirector del Instituto de Biología Molecular y Celular, desde 2011. Desde 2011 forma parte de la Comisión Delegada del Consejo de Gobierno en materia de Propiedad Industrial. En 2015 es nombrado miembro del Consejo de Gobierno de la UMH.
Quisiera concluir trasladando mi más sincera enhorabuena a Antonio y a sus seres queridos por este merecido reconocimiento, y a sus muchos amigos, colaboradores científicos y colegas de profesión.
Asimismo, mi más sincera felicitación a todos los galardonados por la AEC en 2017.
Muchas gracias por su atención.
Señor presidente de la Asociación Española de Científicos (AEC), señores vocales de la AEC, galardonados y padrinos, señoras y señores.
En primer lugar, quisiera agradecer a Manu el amable desglose que ha realizado de mi trayectoria. No cabe duda de que ver un resumen de tu vida en cinco minutos impresiona, pero como han indicado mis predecesores, todo ello se ha realizado a lo largo de mucho tiempo, lo que ha permitido acumular diversidad de acciones que se han enumerado.
Quisiera también manifestar mi agradecimiento a la AEC por haberme concedido esta distinción que reconoce la labor realizada en los últimos 30 años. No obstante, como ya se ha comentado, quiero también enfatizar que todo ello ha sido posible por contar con el excelente equipo que hoy me acompaña: la doctora Asia Fernández Carvajal y el doctor Gregorio Fernández Ballester. Juntos formamos los tres pilares de un motivado equipo, complementario en sus competencias, cómplice en sus objetivos, y altamente cohesionado por la confianza que nos une. Y, aun así, siendo tres velas de un barco, no se hubiera conseguido ni la mitad de lo desglosado, si no fuera por los remeros que nos ayudan a mover la embarcación, esto es, nuestros estudiantes de grado, de máster, de doctorado y nuestros doctores, y al personal de administración y servicios. Ellos son los artífices de los logros científicos y de transferencia. A todos ellos quiero rendirles mi gratitud por su dedicación y apoyo.
Y, cómo no, también quiero reconocer la impronta científica que me dejaron mis maestros. Un científico es fruto del modelado que realizan sus mentores, sin el entusiasmo por la ciencia que me han inyectado no hubiera podido llegar a esta meta. Pepe, José Manuel y Mauricio. ¡Gracias!
«Un científico es fruto del modelado que realizan sus mentores, y sin el entusiasmo por la ciencia que me inyectaron mis maestros no hubiera podido llegar a esta meta»
Al igual que muchas personas han sido importantes en mi trayectoria profesional, también lo han sido las instituciones que me han acogido, pues sin su apoyo difícilmente hubiera podido realizar mi carrera y alcanzar los hitos. Así he de estar agradecido a la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche que me reclutó en 1997 y me ha permitido desarrollar mis objetivos científicos, brindándome su sostén, especialmente en mi empeño de trasladar los resultados obtenidos a la sociedad. Así, la UMH ha sido pionera en fomentar una ciencia traslacional, como demuestra su apuesta y patrocinio a la transferencia tecnológica desde el Vicerrectorado de Investigación e Innovación, primero con la creación de la Fundación Quorum, ahora Fundación UMH, que ha pilotado la creación de más de 60 empresas de base tecnológica que se ubican en el Parque Científico. Y nos acompaña hoy su directora, Antonia Salinas, que ha realizado una labor excelente fomentando la creación de empresas con el fin de aprovechar el conocimiento que se genera en la UMH para trasladarlo a la sociedad. También le estoy agradecido por su presencia y por haber ayudado a materializar nuestros proyectos de emprendimiento.
Siempre he pensado que la cualidad más valorable y valiosa de un científico es la curiosidad. La curiosidad es esencial para la generación del conocimiento que nos ayuda a comprender como y por qué funciona la naturaleza. Sin duda, la naturaleza es una fuente muy rica en conocimiento, adquirido a lo largo de una evolución asombrosa. El estudio de la naturaleza nos ha definido las reglas, principios y bases del conocimiento actual, que han derivado en las aplicaciones tecnológicas y biomédicas que conocemos y de las que nos beneficiamos. Sin los avances realizados por la naturaleza en su proceso evolutivo difícilmente hubiéramos llegado al nivel de desarrollo que disfrutamos. Y la curiosidad de los científicos ha hecho posible descubrir los secretos tan celosamente guardados por esta. Sin la curiosidad científica no hubiera sido posible el conocimiento adquirido y, sin este, no hubiera llegado la innovación y el progreso. Indudablemente, los científicos somos pivotes de este proceso, pero no somos los únicos pilares que han impulsado el desarrollo.
«La cualidad más valiosa de un científico es la curiosidad, esencial para la generación del conocimiento que nos ayuda a comprender cómo y por qué funciona la naturaleza»
Un segundo y esencial pilar es nuestra Sociedad con su apoyo y financiación de los estudios científicos que permiten seguir progresando y avanzando. Y todo ello a pesar de los políticos que nos gobiernan y gestionan los recursos que la sociedad pone a su disposición. Sorprendentemente, para los políticos la ciencia todavía sigue siendo un gasto. No se pueden tener miras más cortas. Hay que seguir insistiéndole a la clase política en que la sociedad no gasta en ciencia, sino que invierte en ella; y, como toda inversión, viene acompañada de un importante retorno económico y social.
Los científicos debemos ser conscientes de que la sociedad necesita del avance científico para incrementar su bienestar. Debemos buscar la calidad, el rigor y la excelencia en la investigación, y acompañar ésta de una traslacionalidad a la sociedad, como modo de devolver, con rédito, la inversión que nuestra sociedad realiza apoyando nuestra labor.
«La sociedad no gasta en ciencia, sino que invierte en ella; y, como toda inversión, viene acompañada de un importante retorno económico y social»
Y con este convencimiento he desarrollado mi ciencia, investigando en temas que suponen retos sociales con el ánimo de generar el conocimiento que ayude a resolverlos. Pero no deteniéndome en el descubrimiento, sino que también me he implicado en su transformación en un servicio a la sociedad. Desde hace 20 años mi campo de investigación es el dolor crónico, una patología muy compleja que tiene muy pocos tratamientos farmacológicos. Disponemos de buenos analgésicos, pero que presentan efectos secundarios que limitan su uso, especialmente en dolor crónico. Por ello, nos empeñamos en conocer la patogenia del dolor para desarrollar nuevas generaciones de analgésicos.
A día de hoy, disponemos de un producto en desarrollo clínico en humanos del que estamos muy esperanzados, y otros productos en desarrollo pre-clínico en una de las empresas de base tecnológica que hemos fundado. Ya ven: creo firmemente en la ciencia traslacional y en la traslacionalidad de la ciencia. No creo en la dualidad ciencia básica y ciencia aplicada: creo en la ciencia buena y en las aplicaciones de la ciencia.
Y creo también firmemente en la necesidad informar y educar a la sociedad a través de la difusión llana de los avances científicos, para desmitificar la ciencia y a los científicos, acercar a la sociedad a estos (y los científicos a la sociedad), y enterrar la pseudociencia tan común y peligrosa en la actualidad debido a la expansión de las redes sociales que difunden sin rigor conceptos científicos.
«Es necesario educar a la sociedad difundiendo los avances científicos y enterrar la peligrosa pseudociencia tan expandida hoy por redes sociales»
Ha sido un camino largo y duro, lleno de alegrías y algún disgusto. Pero he de reconocer que ha sido al mismo tiempo gratificante por haber contado con el apoyo y soporte de personas e instituciones a los que quiero reiterar mi gratitud, al igual que a la AEC por la concesión de esta Placa de Honor que supone un reconocimiento a muchas personas que han estado a mi lado durante todos estos años. Y no quisiera terminar sin disculparme con Enrique de la Rosa por no haber conocido antes a la AEC, pues creo que es una asociación que realiza una labor muy necesaria y elogiable, y que a partir de ahora seguiré con deleite.
Y, last but not least, quisiera agradecer mi familia el apoyo constate y callado que han tenido todos estos años, en los que la excusa «no puedo ir…» ha sido más que una constante…
¡Gracias a todos!
Autoridades académicas, miembros de la asociación, galardonados, señoras y señores.
Me resulta entrañable presentar a la doctora Elena García Armada en este acto de entrega de las Placas de Honor de la Asociación Española de Científicos (AEC) 2017 en el que se reconoce su labor científica. Elena es mi becaria, mi amiga, una persona con la que he compartido muchos años de investigación, con momentos memorables y algún episodio para olvidar.
En cualquier caso, me corresponde ahora habla de las vertientes científica, profesional y humana de la galardonada y, por supuesto, no voy a desaprovechar esta oportunidad para traer a la luz algunos aspectos poco conocidos de su vida.
Siempre he recordado a Elena, aunque ella prefiere no reconocer, por su condición de vallisoletana. Elena nace en la ciudad de Valladolid, a pocos metros de donde yo estudiaba formación profesional, pero, aunque es hija de gallega y aragonés, siempre se ha considerado de Santander, lugar al que su familia se traslada siendo ella aún pequeña. Esto refleja, en cierto modo, la personalidad de la galardonada: poca influencia exterior y persistencia en sus ideas, además de demostrar una rara habilidad para encontrar el éxito haciendo lo contrario de lo que su entorno le sugiere. Por ejemplo, aunque es hija de científicos, de niña despierta vocación artística y recibe clases de dibujo y pintura, una afición que la acompañará siempre.
«Elena García es persistente en sus ideas y demuestra una rara habilidad para encontrar el éxito haciendo lo contrario de lo que su entorno le sugiere»
Terminada su formación secundaria y, esta vez sí, influenciada por su padre, un físico con alma de ingeniero, cursa Ingeniería Industrial en la Universidad Politécnica de Madrid donde descubre el mundo de la robótica y en el que se sumerge como becaria, primero en la Politécnica y posteriormente en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde se adscribe a un grupo en el que estábamos desarrollando una línea de investigación en robots caminantes que, con el tiempo, sería el germen de sus famosos exosqueletos. Aquí conozco a Elena, una becaria que, enseguida, se hace popular por su explosiva carcajada.
Posteriormente, recibe una beca para realizar su doctorado y al cabo de un tiempo me pide que le dirija su tesis doctoral. En esta etapa, Elena demuestra sus dotes para modelar y controlar sistemas robóticos y, sobre todo, una exquisita paciencia y rigor en la experimentación. Sus estancias en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y en el Politécnico de Grenoble le hacen perder el complejo frente a lo que se hace en el exterior. El resultado es que, en poco más de tres años, defiende su tesis doctoral y comienza el periplo de becas y contratos posdoctorales hasta que consigue por oposición su plaza de Científico Titular en el CSIC. Aquí encontramos otro ejemplo de su independencia y persistencia. En su oposición, Elena presentó un brillante estado de la ciencia y la técnica en robótica y me comentó que quería darle formato de artículo científico. Intenté convencerla para que se centrará en aspectos de investigación básica y no perdiera el tiempo en compendiar lo ya conocido. Afortunadamente, perseveró en su idea y, hoy día, es el artículo de nuestros currículos que más citas ha recibido.
Como Científico Titular, emprende su investigación en robots ágiles y exoesqueletos; y comienzan sus primeras direcciones de becarios y solicitudes de proyectos que pronto se conceden desde el CSIC, la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo) y el Plan Estatal. Sin embargo, le faltaba un proyecto de la Comisión Europea y nos pusimos a ello. No fue fácil, tuvimos varios fracasos hasta que llegó la propuesta que lo cambió todo. Elena plantea el desarrollo de un robot para tareas de rescate en desastres naturales. Cuidamos todos los detalles tanto del fondo como de la forma, pero lo desestimaron. Fue genial. Lejos de hundirse, Elena se creció (tiene carácter) y juró que conseguiría financiación en otros escenarios. Por esta razón, crea su empresa Marsi Bionics que centró en el desarrollo de exoesqueletos para niños con atrofia muscular espinal, y que tantos éxitos le está reportando. Con un plan muy meditado, se forma como empresaria con ayuda de la Comunidad de Madrid y la Escuela de Negocios (IE Business School), y aparecen los primeros premios a la innovación, a la transferencia y a la creación de empresas, y los reconocimientos en congresos y organizaciones científicas hasta llegar a la treintena. Premios recibidos de manos de presidentes de Comunidades Autónomas, de ministros e incluso de Su Majestad el Rey.
«La exitosa empresa Marsi Bionics creada por Elena García está centrada en el desarrollo de exoesqueletos para niños con atrofia muscular espinal»
Además de su actividad científica, que no ha cesado, y de su empeño empresarial, en el que está inmersa, tengo que destacar su actividad divulgadora, que comenzó con la publicación de su libro Qué sabemos de robots y que se ha intensificado en colegios, foros científicos y empresariales, y sobre todo en prensa, radio y televisión.
Para terminar, tengo que destacar otra característica de la personalidad de Elena: su eficiencia en el trabajo, al que dedica exclusivamente ocho horas diarias, cinco días a la semana. El resto del tiempo son para su marido, sus hijas y sus aficiones. No son pocas. La pintura le puede ocupar parte de su tiempo libre del fin de semana, el resto la preparación de sus clases: el lunes recibe clases de baile; el martes, canto,;el miércoles, pilates y guitarra clásica; el jueves, guitarra eléctrica; y el viernes ensaya o actúa en directo con su grupo de pop-rock. Si le queda un minuto libre, escribe poesía. Sí, es una persona sorprendente.
Podría escribir infinidad de páginas sobre la galardonada, pero me piden brevedad. Elena, enhorabuena de corazón por esta distinción, otra más, y gracias por los años que compartimos.
Gracias, Pablo, por estas emotivas palabras, y gracias, Enrique de la Rosa y a la Asociación Española de Científicos (AEC) por este reconocimiento en tan entrañable encuentro.
En los últimos años mi labor científica y la de mi equipo han adquirido una importante repercusión social y mediática, debido a su impacto en la terapia de niños con enfermedades neurológicas, mejorando su esperanza y calidad de vida.
Muchos periodistas me han preguntado en tantas ocasiones qué motivó mi trabajo en exoesqueletos pediátricos de marcha, y siempre cuento que todo empezó el día en que un matrimonio vino a reunirse con unos investigadores en un despacho del CAR CSIC (Centro de Automática y Robótica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Querían saber si la tecnología podía ayudar a su pequeña de nueve años, con una tetraplejía, a mejorar su estado de salud, algo que la pudiera poner de pie, quizá caminar, todo un sueño por aquel entonces. Gracias a ellos entendí la importancia de caminar, eso que la mayoría de nosotros hacemos sin darle la importancia que merece. Y es que somos seres bípedos y necesitamos caminar para estar sanos. Los niños sanos alcanzan la marcha autónoma en poco tiempo, entre los 12 y 18 meses de vida. Pero, lamentablemente, no todos los niños lo consiguen, generalmente por causa de enfermedades neurológicas. Y por causa de no caminar, su cuerpo se deteriora y degenera, en muchas ocasiones limitando su esperanza de vida.
Sin duda, entender esto fue lo que dio un giro a la aplicación de mi investigación, pasando de una robótica más enfocada a industria, a entrar en el ámbito de la salud, y desarrollando la tecnología que permitiera a estos niños caminar con la ayuda de un exoesqueleto de marcha.
«Mi labor científica ha adquirido una importante repercusión mediática por su impacto en la terapia de niños con enfermedades neurológicas, mejorando su esperanza y calidad de vida»
Lo que no aparece en las entrevistas es que el despacho en el que tuvo lugar esa reunión con la familia de Daniela era el despacho del director de mi Departamento, quien, además, había sido mi director de tesis y de investigación hasta esa fecha, Pablo González. Fue Pablo quien me llamó para formar parte de esa reunión en la que finalmente acordamos que pediríamos un proyecto, el que fue mi primer proyecto como Investigador Principal dentro del plan estatal de investigación, en el que él, hasta aquel momento mi director de investigación, pasaría a formar parte del proyecto que yo lideraría. Ese fue realmente el comienzo de mi éxito como investigadora y como promotora posteriormente de un proyecto empresarial, y fue el momento en el que mi profesor me abrió la puerta para que pudiera volar.
Desde entonces mi trabajo y el de mi equipo han sido reconocidos nacional e internacionalmente. Pero creo que es muy necesario también el reconocimiento en los entornos más cercanos, y es por ello hoy que estoy tremendamente agradecida por el honor que me hace la Asociación Española de Científicos (AEC) al entregarme su Placa de Honor, y, también, por esta oportunidad en un encuentro entrañable de agradecer a Pablo todo lo que de él he aprendido: el rigor, la profesionalidad y la meticulosidad en cada tarea. He encontrado, además, un amigo con el que he compartido aficiones y tertulias, y he aprovechado su buen criterio en innumerables ocasiones para la toma de decisiones difíciles, y aun hoy es el día en el que, aunque no esté conmigo para pedirle consejo, siempre me detengo a pensar: qué haría Pablo en esta situación.
«Comparto totalmente los valores que sustentan la AEC, que reconoce tanto la excelencia científica como la innovación y la transferencia tecnológica, y el impacto social de la investigación»
A la AEC le agradezco también su labor de dar a conocer a la sociedad el trabajo de los científicos y tecnólogos españoles. Comparto totalmente los valores que sustentan la Asociación que reconoce tanto la excelencia científica como la innovación y la transferencia tecnológica; el impacto social de la investigación. Siempre he defendido que la transferencia de tecnología y la innovación son dos columnas vertebrales para el desarrollo de un país, y que deben apoyarse e impulsarse para mejorar la calidad de vida de las personas. Estos valores fundamentales son los cimientos de Marsi Bionics, la spin-off que he fundado para transferir los resultados de mi investigación. Nosotros vamos a seguir esforzándonos porque el impacto de nuestra investigación vaya más allá de índices H y llegue a la sociedad para mejorar la calidad de vida de las personas, de los niños y de sus familias.
«La transferencia de tecnología y la innovación son dos columnas vertebrales para el desarrollo de un país y deben apoyarse e impulsarse para mejorar la calidad de vida de las personas»
Así, entiendo que este premio reconoce el enorme esfuerzo que hemos realizado en todo el recorrido desde nuestra investigación en el CAR hasta la innovación e industrialización en Marsi Bionics, empresa 100% española, para transferir a la sociedad los resultados de la investigación llevada a cabo en el principal organismo de investigación pública de nuestro país, el CSIC.
No puedo concluir sin agradecer el premio a aquéllos sin cuyo apoyo, dedicación e inspiración, la labor que se reconoce hoy no hubiera sido posible. Mi más sincero agradecimiento a los equipos de investigación de los hospitales colaboradores Hospital Ramón y Cajal de Madrid y Hospital Sant Joan de Deu de Barcelona, a las familias que participan en nuestros ensayos clínicos, a nuestros niños voluntarios y a los organismos que han financiado esta investigación: MINECO (Ministerio de Economía y Competitividad), Comisión Europea y Fundación Mutua Madrileña. Al apoyo recibido en la transferencia tecnológica por instituciones como CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial) y ENISA, y la Comisión Europea en su Instrumento PYME; y, por supuesto, a la inversión realizada por la empresa Escribano, socio industrial.
A mi familia (a mis hijas, y a mi marido, Luis Ángel) quiero agradecer su constante apoyo, por creer en mí y su infinita paciencia en este duro recorrido, del que aún nos queda camino por andar. Este reconocimiento es también para ellos.
En un país como España, con poca tradición científica, una de las tareas de los científicos y tecnólogos es hacer llegar a nuestros conciudadanos los beneficios que la ciencia aporta a la sociedad.
En esta faceta son fundamentales los medios de comunicación, que son los transmisores del conocimiento desde el laboratorio a nuestros familiares, amigos y vecinos.
Afortunadamente, en los últimos tiempos, el periodismo científico en España está progresando en calidad y cantidad; destacando, especialmente, la labor que Manuel Seara ha realizado en los últimos 20 años, siendo un pionero y un referente, especialmente con su programa de radio A hombros de gigantes, sin duda, el mejor programa de ciencia de la radio española.
«En el periodismo científico en España destaca Manuel Seara y su A hombros de gigantes, sin duda, el mejor programa de ciencia de la radio española»
Manuel nació en Madrid en octubre de 1963, aunque él siempre dice que es de El Pardo, del que se siente orgulloso. Se licenció en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid en 1986. Ya durante la carrera empezó a trabajar en Radio Nacional de España (RNE). Posteriormente, se diplomó en el primer Máster General de Radio organizado por RNE y la Universidad Complutense de Madrid (junio de 1990).
En los años que lleva en RNE ha realizado múltiples tareas, casi siempre relacionadas con la ciencia y, cuando no ha participado en programas científicos, él ha llevado la ciencia a estos programas. Entre otras tareas, podemos destacar que fue editor de los servicios informativos de Radio 5 durante una docena de años (1996-2007), encargado de la sección La ciencia en radio-5, jefe de la sección de sociedad de los informativos de RNE y vicedirector del programa Gente despierta. Actualmente, aparte de A hombros de gigantes, es colaborador en el programa España vuelta y vuelta, donde también habla de ciencia. También colabora habitualmente en otros medios de comunicación, especialmente en prensa.
Es autor de varios libros de divulgación, entre los que podemos citar El origen del hombre, del que está muy orgulloso, pues fue un libro que se publicó como colección de 60 fascículos de periodicidad semanal publicada entre 2006-2007; el libro Magia y medicina, sobre la medicina en la antigüedad; y el más reciente, Hasta el infinito y más allá. Las últimas sobre el cosmos (2015), en el que de una manera rigurosa, amena y periodística hace un repaso de la historia de la astronomía y astrofísica, así como la presentación de los últimos hallazgos científicos.
«Manuel Seara ha publicado varios libros de divulgación: El origen del hombre, Magia y medicina, y Hasta el infinito y más allá. Las últimas sobre el cosmos»
Ha recibido diferentes galardones por su labor como periodista científico, entre los que podemos destacar el accésit del Premio CSIC de periodismo científico (1995), el Premio Boehringer Ingelheim sobre Innovación en Medicina (1995), el premio especial del jurado del concurso Ciencia en Acción (2011), y el galardón de Miembro de Honor de la Asociación de Químicos de Madrid (2017).
Manuel nunca olvidó su formación científica y continuamente pedía a los dirigentes de RNE que dedicasen más tiempo a la ciencia. De esta insistencia fue la creación del miniespacio de cinco minutos (popularmente llamados quesitos) dedicado a la ciencia en Radio 5. Pero, Manuel seguía pidiendo más tiempo destinado a la ciencia en la radio pública española.
Y, finalmente, consiguió que se aprobase un nuevo programa. De esta manera, en septiembre de 2017 empezó a emitirse A hombros de gigantes, que ya he mencionado como la referencia radiofónica española, y que esta temporada celebrará su programa 500.
Manuel dirige, escribe y presenta este programa, muy conocido por los amantes de la ciencia y la tecnología. En el programa, semana tras semana, se divulga ciencia con rigor, pero, también de manera amena, demostrando que ambas características no son incompatibles.
No quiero terminar esta presentación sin dedicar unas palabras a la familia de Manuel, que son un importante apoyo en su trabajo. Este reconocimiento es también en parte para sus tres hijos —María, Nuria y Manuel—, para su madre —Teresa— y, muy especialmente, para su esposa, Nuria Martínez Medina, que desde el primer programa colabora con A hombros de gigantes con la sección Historia de la ciencia en la que relata las biografías de numerosos científicos (ya más de 450). Muchas personas se han sentido interesados por la vida y obra de algunos científicos escuchando A hombros de gigantes.
Como científico, quiero agradecer la labor de Manuel Seara en la difusión de la ciencia y del trabajo de los científicos y es para mí un orgullo que la Asociación Española de Científicos le conceda su Placa de Honor.
Yo fui un chaval de tantos que creció en la España de los 70 con el EGB y el BUP, que no se perdía un capítulo de El Hombre y la Tierra, de Félix Rodríguez de la Fuente, que me pasaba el tiempo con los amigos buscando nidos, pescando en el río, recolectando cuernos de gamos en el desmogue, cogiendo todo tipo de bichos, desde las culebras retameras que se escondían entre las jaras a gazapos que casi pisabas en aquella época cuando ibas por el campo de tan abundantes que eran. Con aquellos antecedentes no tenía la menor duda de que quería ser zoólogo. Y me matriculé en la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid.
Por aquella época me aficioné a los libros de divulgación y cayeron en mis manos Momentos estelares de la ciencia y Universo, de Asimov y –sobre todo– no recuerdo si fue regalo de Reyes o de cumpleaños, Cosmos, del gran Carl Sagan.
«Fui un chaval en la década de los 70’ aficionado a los libros de divulgación como Momentos estelares de la ciencia y Universo, de Asimov y, Cosmos, del gran Carl Sagan»
La zoología en la facultad no me gustó tanto como me esperaba y, por piruetas del destino, en octubre de 1984 entré a trabajar en Radio Nacional de España (RNE). Empezaba cuarto de Biología, rama fundamental, y ya tenía decidido que quería dedicarme a la divulgación.
Una vez licenciado comencé a colaborar con El Independiente, Sístole, El Médico, Farmacia-Empresa, Conocer, CNR, Newton, Muy Interesante. En RNE colaboré con el programa Cambia la cara, conducido por Constantino Romero en Radio 1; Siglo XXI, de Radio 3, dirigido y presentado por Tomás Fernando Flores, y mi niña bonita, La Ciencia en Radio, que se emitió diariamente –de lunes a viernes– entre abril de 1994 y enero de 2001.
Seguí estudiando, hice una asignatura de Químicas que pensaba que podía servirme en mi empresa (Contaminación ambiental. Seguridad e higiene en el trabajo) y el Máster de RNE.
Como redactor, editor de Radio 5 (1996-2007) y director del Área De Sociedad de los Servicios Informativos de RNE (2012-2014), una de mis prioridades fue la información científica.
Y, desde septiembre de 2007, hace ya diez años, dirijo y presento A hombros de gigantes. El título hace referencia a la célebre cita de Newton, pero, sobre todo, a los gigantes que me auparon a lo largo de mi vida: mis padres. Trabajadores infatigables, honestos, que querían para sus cuatro hijos la educación que ellos no pudieron tener por culpa de la Guerra y la posguerra, y que hicieron todo lo posible para que sus cuatro hijos fueran titulados universitarios. Y, a base de mucho esfuerzo y sacrificio, lo consiguieron.
«El título de mi programa de radio, que dirijo desde hace 10 años, hace referencia a la célebre cita de Newton, pero, sobre todo, a los gigantes que me auparon a lo largo de mi vida: mis padres»
El programa ha cumplido diez años. Y no hubiera sido posible sin la inestimable ayuda de mi esposa, que desde el primer día se encargó de la sección Historia de la Ciencia. Así que, desde esta tribuna, Nuria, quiero agradecerte todo tu esfuerzo y paciencia.
Con el tiempo, llegaron nuevos colaboradores: Eulalia Pérez Sedeño, José Ignacio Pardo de Santayana, José Antonio López Guerrero, la Agencia SINC, Pedro Gargantilla, el gabinete de prensa del CSIC, Bernardo Herradón, Luis Miguel Ariza, Esther García, Javier Ablanque, Álvaro Martínez del Pozo, Fernando Blasco, Jesús Puerta, Jesús Martínez Frías, Jesús Zamora Bonilla, Carlos Briones, Cultura científica del CSIC. Sin ellos, el programa no sería posible. Todos formamos una gran familia y les estoy profundamente agradecido.
Una de las primeras entrevistas que hice fue a Pedro Miguel Etxenique, catedrático de Física de la Universidad del País Vasco. Y, en aquella conversación –si no recuerdo mal–, dijo una frase que después se ha repetido mucho y en otros foros: «La ciencia es la mayor obra colectiva de la historia de la humanidad». Y el gran reto –desde mi humilde opinión– es contarla de forma que interese a nuestra audiencia.
Vivimos en tiempos atribulados donde la emoción se impone a la razón, y la opinión a la evidencia. Quizá sea necesario jugar en ese terreno. La comunicación científica, en muchos casos, se limita a la mera presentación de datos para concienciar sobre temas como las vacunas, el cambio climático o las pseudoterapias. Sin embargo, figuras como Carl Sagan o Isaac Asimov no renunciaron ni a las emociones ni a una buena historia para conectar con la sociedad de forma más efectiva.
«Vivimos en tiempos atribulados donde la emoción se impone a la razón, y la opinión a la evidencia. Quizá sea necesario jugar en ese terreno»
Y hay que tener en cuenta que la comunicación de la ciencia puede ser tan importante como la ciencia misma. De qué nos serviría entender el origen de una enfermedad y desarrollar una vacuna eficaz si nadie la conoce o, lo que es peor, que, aun conociéndola, haya padres que no quieran que sus hijos sean vacunados.
En esta batalla por el conocimiento es fundamental el papel de los medios de comunicación, pero, también, y, sobre todo, el de los científicos. Los intelectuales no son solo gente que sabe, sino gente que modela el pensamiento de su generación. Y el mundo de hoy está modelado por el genoma humano, los sistemas expertos, la realidad virtual, la lógica borrosa o la nanotecnología. Es necesario que la ciencia ilumine el camino.
Si yo les pidiera a todos ustedes que pensaran durante un momento por las tres noticias que más les gustaría que se hicieran realidad, seguramente sus respuestas incluirían la curación del cáncer, del SIDA; acabar con el hambre el mundo; desarrollar energías alternativas, limpias y accesibles; detener el cambio climático; colonizar la Luna y Marte, comunicaciones rápidas y baratas, etc. Son respuestas que vendrán todas ellas de la mano de la ciencia.
Yo les invito a todos ustedes a asumir ese protagonismo y a colaborar estrechamente con los medios para difundir el conocimiento y hacer que este mundo sea un poco mejor.
«En esta batalla por el conocimiento es fundamental el papel de los medios de comunicación, pero también, y, sobre todo, el de los científicos»
Decía don Ramón y Cajal en su homenaje póstumo a Echegaray:
«No es floja tarea vocear elocuentemente en el libre ambiente de la calle las verdades fecundas arrancadas a la Naturaleza en el laboratorio del físico.
Difundir la ciencia abstrusa diluyéndola, clarificándola y sazonándola con el condimento del arte para que sea saboreada por el vulgo y atraiga corazones e ilumine inteligencias, empresa es que reclama aptitudes especialísimas, dotes de literato y de maestro nada vulgares.
El propagandista científico ha de ser un sabio forrado de poeta; por igual, debe conocer la psicología enrevesada del investigador y la ingenua y sencilla del ignorante.
No logrará éxito en la empresa de cautivar y pulir entendimientos, si carece de vigorosas alas intelectuales para remontarse al cielo de la especulación científica, y de fantasía viva, plástica, creadora, capaz de forjar la imagen sensible, la comparación feliz, en cuya virtud lo abstracto se convierta en concreto y lo inimaginable en imaginable. Que sólo amamos lo que comprendemos y comprender es comparar, es identificar un fenómeno desconocido con otro conocido, es tratar una serie de imágenes aisladas en la conciencia con los eslabones de la condicionalidad mecánica, la más accesible a nuestra inteligencia». Revista de Obras Públicas. 23 de marzo de 1905.
Reitero mi agradecimiento a la Asociación Española de Científicos, a mi familia, y a todos ustedes que han querido acompañarnos en este acto tan emotivo.
Muchísimas gracias.
Se licenció en 1985 en Ciencias Físicas por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y obtuvo el doctorado también en la UAM en 1990. Fue investigador contratado en el laboratorio IBM en Zúrich (Suiza), entre 1990 y 1991, y obtuvo una beca de reincorporación de doctores en la UAM (1991-1994). Fue Profesor Titular Interino en la UAM (1994-1996) e investigador contratado del CSIC, en el Laboratorio de Física de Sistemas Pequeños y Nanotecnología (1996-1997). Obtuvo la plaza Científico Titular CSIC en 1997 y de Investigador del CSIC en 2005 en el Instituto de Ciencia de Materiales, Canto Blanco, Madrid.
Sus principales líneas de investigación se centran en la modelización y estudio de diversas propiedades de las superficies metálicas, clusters, nanohilos metálicos, sistemas de emisión de campo, agua confinada, cápsidas víricas, dinámica y adsorción de proteínas, mediante técnicas Monte Carlo, Dinámica Molecular, o de primeros principios ab-initio.
Es Investigador Principal en 11 Proyectos de Investigación y de Participación en 36, autor de 95 artículos publicados en revistas científicas internacionales y de 52 artículos de divulgación o informes de política científica-tecnológica. Es coeditor del libro Nanowires de Kluwer (1997) y coorganizador de 16 conferencias internacionales, así como miembro del comité editorial de 5 revistas internacionales.
Su labor docente ha sido como profesor de cursos de doctorado desde 1998 hasta el presente, impartiendo materias como: Transporte en nanocontactos metálicos (UAM, 1998-2002), Nanomateriales (UCM, 2004-2017); y en el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, la Tecnología y el Medioambiente, de la Universidad Carlos III de Madrid (2004-2013).
«Además de su importante actividad docente e investigadora, Pedro Serena ha desarrollado diversas y numerosas tareas de gestión y divulgación científica»
Además de su importante actividad docente e investigadora, ha desarrollado diversas y numerosas tareas de gestión, en diversos cargos como: vicedirector del Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (2002-2005), como Experto en Acciones Estratégicas de la Comisión de Seguimiento y Evaluación (COSEP) del Sistema Integral de Seguimiento y Evaluación (SISE) del Plan Nacional (2005-2008). Además, ha sido coordinador de la Red Nacional de Jóvenes Investigadores en Nanociencia (NANOCIENCIA, 2000-2004) y de la Red Nacional de Nanotecnología (NANOSPAIN, 2000-2005); y colaborador de la Dirección General de Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia (2007) y de la Dirección General de Proyectos y Transferencia del Ministerio de Ciencia e Innovación (2008-2011).
Desde 2008 es vocal-secretario del Comité Científico Asesor Científico del Parque Científico de Madrid, Miembro del Consejo Científico Asesor del CSIC (2009-2011), colaborador de la Vicepresidencia Adjunta de Transferencia del Conocimiento del CSIC (desde 2008) y ha participado en los stands del CSIC en las ferias Nanotech (2008-2013) celebradas en Tokio, Rusnano 2011 y Nano-Tech 2009 de Taiwán. Ha desempeñado el cargo de coordinador del Área de Ciencia y Tecnología de Materiales del CSIC (2012-2014) y es coordinador Institucional del CSIC en la Comunidad Autónoma de Madrid desde 2014, y director del Centro de Física Teórica y Matemática del CSIC-UAM-UCM-UC3M desde 2015.
Destaca también su importante actividad de divulgación como coorganizador del concurso internacional de Imágenes del Nanomundo (ediciones SMPAGE07 y SPMAGE09) y ha sido comisario de las exposiciones Un vistazo al Nanomundo y Un paseo por el Nanomundo. Ha impartido más de un centenar de conferencias en centros de educación secundaria y universitaria, centros culturales y museos de la ciencia. Ha sido uno de los impulsores de la Red Iberoamericana NANODYF. Es coautor de la Unidad Didáctica de Nanotecnología (FECyT), de los libros ¿Qué sabemos de la nanotecnología? (La Catarata-CSIC, 2009) y El nanomundo en tus manos (Ed. Crítica, 2014), de la Guía Didáctica de Enseñanza de la Nanotecnología (GDEN) (CYTED, 2014) y del libro Los riesgos de la Nanotecnología (La Catarata-CSIC, 2017). Pedro ha sido y es una persona muy comprometida y dedicada en su tarea investigadora a nivel internacional, en su labor de gestión y en la difusión y divulgación científica en el campo de Materiales y Nanotecnología.
«Pedro es una persona muy comprometida con su tarea investigadora, de gestión y de divulgación científica a nivel internacional en el campo de Materiales y Nanotecnología»
Además, ha sido guionista y presentador de la serie ¿Qué sabemos de nanotecnología? del Canal de TV de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) emitida entre 2014 y 2015.
En resumen, Pedro ha sido y es una persona muy comprometida y dedicada en su tarea investigadora a nivel internacional, en su labor de gestión y en la difusión y divulgación científica en el campo de Materiales y Nanotecnología, y, sin duda, merecedor de una Placa de Honor que otorga la Asociación Española de Científicos a científicos destacados como es Pedro Serena.
Muchas gracias.
En primer lugar, me gustaría agradecer a la Asociación Española de Científicos (AEC) por haber considerado que reúno méritos para este galardón, la Placa de Honor, distinción que un buen número de investigadoras e investigadoras de prestigio ya han recibido en las últimas dos décadas, junto con empresas y otras entidades que desarrollan su actividad en el ámbito de la investigación científica y tecnológica y de la innovación.
Lo cierto es que no estoy acostumbrado a este tipo de reconocimientos, pero hay que decir que proporcionan gran satisfacción, sientan muy bien, sobre todo cuando proceden de nuestros colegas, nuestros pares, conocedores de los entresijos del complejo mundo de la investigación.
En segundo lugar, quiero expresar mi agradecimiento a María del Carmen Risueño, compañera del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), por sus amables palabras; y en tercero, me gustaría transmitir la enhorabuena al resto de colegas e instituciones que han sido galardonados en esta edición.
Sin duda, echando atrás la mirada, incluso antes de comenzar mi vida como investigador, debo agradecer a mis padres por haber facilitado a sus dos hijos, en un contexto poco favorecido, la dedicación al estudio aprovechando las oportunidades ofrecidas por el sistema educativo de aquel entonces. Tampoco debo ni puedo dejar de mencionar a aquellos profesores de primaria y secundaria que, con paciencia, motivación y pocos recursos, me hicieron ver la belleza que existe en prácticamente todas las áreas del conocimiento, y en especial en la física.
«Debo agradecer a mis padres por haberme facilitado, en un contexto poco favorecido, la dedicación al estudio aprovechando las oportunidades ofrecidas por el sistema educativo»
Tras obtener la licenciatura en Ciencias Físicas en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) seguí el modelo convencional de formación de un investigador, modelo que generó miles de doctores e investigadores al amparo de la Ley de Ciencia de 1986, propiciando un fuerte impulso a la I+D. De ese periodo efervescente de la ciencia española muchos son los compañeros de viaje, ahora excelentes investigadores que trabajan en universidades y centros de investigación de toda España y en otros países, de los que he aprendido parte de lo que sé y con los que he compartido el interés por desvelar una parte, seguramente pequeña, de los secretos del nanomundo.
Un hito que debo resaltar en mi vida es la estancia postdoctoral en Suiza, no tanto por estar inmerso en un ambiente creativo inigualable como era entonces el Laboratorio de IBM de Zúrich, sino porque fue la primera vez que me permitió confrontar el modelo del sistema de I+D español con el de los investigadores procedentes de otros países.
Aquella experiencia me sirvió para poner de manifiesto varias cosas. Por un lado, que nuestra formación y capacidad era (y sigue siendo) comparable a la de los investigadores del resto del mundo, a pesar de no contar aparentemente con un sistema educativo tan poderoso y estructurado. Por otro lado, se hizo patente cómo en los países más avanzados la organización y la gestión de los recursos dedicados a I+D seguían modelos diferentes al nuestro, dando mejores resultados. También descubrí que en España estábamos en desventaja en cuanto a la valoración y el reconocimiento social de la ciencia por parte de la sociedad, así como el propio conocimiento científico que poseen los ciudadanos.
«Nuestra capacidad es comparable a la de los investigadores del resto del mundo, a pesar de no contar aparentemente con un sistema educativo tan poderoso y estructurado»
Tras esa vivencia reveladora, además de intentar hacer ciencia, ampliando modestamente las fronteras del conocimiento, objetivo de nuestra fantástica profesión, siempre he sentido la necesidad de involucrarme en iniciativas que pudieran mejorar o cambiar nuestro ecosistema investigador, dedicando tiempo y esfuerzo a la gestión de grupos, institutos, a la coordinación de redes y áreas, a mostrar a nuestros conciudadanos la belleza y la importancia de la ciencia, o a mejorar la formación del profesorado.
Es evidente que el trabajo de unas cuantas personas aisladas no va a cambiar la idiosincrasia de un sistema, que es heredera de la de toda la sociedad, y a pesar de que, innegablemente, hemos ido avanzando con momentos más o menos brillantes, por delante todavía quedan muchos retos que superar. Esta es una tarea ingente en la que la comunidad científica debe ser protagonista, tanto de la generación del conocimiento como de la renovación del contexto en el que dicho conocimiento se crea. Más aún, el sistema de investigación debería ser punta de lanza para ensayar y poner a punto modelos de gestión más eficientes que trascendiesen al resto de las organizaciones públicas.
«El sistema de investigación debería ser punta de lanza para ensayar y poner a punto modelos de gestión más eficientes que trascendiesen al resto de las organizaciones públicas»
Un poco antes de terminar estas palabras, hago una mención especial a mi mujer, Isabel, que me acompaña en este acto, también física de formación, informática de profesión y pintora de vocación, y a mis hijos Clara, Diego y Alicia por su apoyo, por haber soportado con paciencia esos días festivos y esas vacaciones que no lo fueron, por haber padecido mis prolongadas ausencias por los numerosos viajes, y por escuchar con estoicismo esas largas reflexiones sobre las cosas que no funcionan bien en nuestra sociedad y que habría que cambiar con el esfuerzo de todos para conseguir un país más avanzado tanto en los aspectos sociales, como en los económicos y políticos.
Finalizo reiterando las gracias a la Asociación Española de Científicos y deseando que pueda mantener esta iniciativa y otras similares que sirven, sin duda alguna, para dar estructura y visibilidad a la ciencia española en unos momentos en los que esta ciencia debe ser un elemento clave en la construcción del país que todos deseamos tener.
Buenas noches, estimados colegas y amigos, es un placer para mí presentar a la empresa galardonada hoy.
Alcaliber, como quizá ya sepan algunos de los asistentes, es una empresa española constituida en 1973 con carácter de industria integral para garantizar el abastecimiento de materias primas estupefacientes a nivel nacional gestionando todo el proceso de producción, desde el cultivo en España de la adormidera (Papaver somniferum), hasta su posterior transformación, extracción de alcaloides y la producción de sus principios activos derivados, destinados principalmente a la industria farmacéutica y química.
Desde entonces, Alcaliber se ha convertido en una empresa líder en la industria mundial de estupefacientes exportando más del 93% de su producción a más de 67 países de todo el mundo, sólo como ejemplo, en 2014 fue el mayor productor mundial de morfina, con el 27% de la producción global, y el 18% de tebaína.
«Alcaliber es una empresa líder en la industria mundial de estupefacientes exportando más del 93% de su producción a más de 67 países de todo el mundo»
En Alcaliber, desarrollan y gestionan sus propios cultivos de adormidera, teniendo cerca de 14.000 hectáreas de Papaver somniferum, distribuidas por diferentes áreas geográficas de España. Además, poseen una planta industrial exclusivamente dedicada a la producción de alcaloides, donde la paja de adormidera, rica en alcaloides y procedente de las plantaciones, se destina a la extracción, purificación y obtención de materia prima estupefaciente.
Pero, más allá de estos logros, Alcaliber está hoy aquí por otras razones, y es por su compromiso con la innovación, la investigación y el desarrollo. En Alcaliber se crearon hace tiempo departamentos propios de I+D agrícola e industrial. En su departamento de investigación y desarrollo agrícola trabajan desde hace años, en sus campos y centros de experimentación propios, por ejemplo, en Toledo y Albacete, en colaboración con Instituciones y Organismos públicos para la mejora de las variedades y el cultivo de Papaversomniferum, a través de contratos de investigación y transferencia de tecnología.
Entre otros, han colaborado con grupos de varias universidades públicas, como al Universidad Politécnica de Madrid y la Universitat Politècnica de València, el IRTA y varios centros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), como el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas de Valencia o el Centro de Investigaciones Biológicas en Madrid. Y con diferentes objetivos, desde la mejora genética de variedades, al control de plagas, riego o nutrientes.
Todos sabemos que no son muchas las empresas españolas que apuestan por la innovación ni tampoco muchos los científicos que se arriesgan con la transferencia de sus hallazgos. Es, por ello, muy meritorio el empeño de una empresa española de éxito como Alcaliber en mantener e impulsar su colaboración con la investigación pública. Parte de este empeño se sustenta en la dedicación y el entusiasmo, del que doy fe personalmente, de los miembros de su departamento de I+D agrícola, de su responsable, Juan Escribano, y los técnicos Iván González e Isidoro Laguna, hoy presentes en este acto.
Pero, sin duda, este compromiso de Alcaliber con la innovación como elemento clave de su competitividad se debe a una apuesta clara de la dirección de la empresa, representada por su Director Técnico de I+D agrícola, Fernando Martín, y por su Director General, José Antonio de la Puente, que recibirá la Placa de Honor de la AEC.
En 1933, Don Juan Abelló Pascual, en nombre de Laboratorios Abelló, solicitó de las autoridades españolas la autorización para importar opio como materia prima de partida para la fabricación de alcaloides del opio en nuestro país. Este documento y la posterior autorización han sido considerados el acta fundacional de la Industria Española de Estupefacientes y suponen el reconocimiento por parte de las autoridades del carácter estratégico de este tipo de industria en nuestro país.
Si cualquier empresa es siempre un reto para sus promotores, la actividad de Alcaliber lo ha sido, y lo sigue en siendo, en cada uno de sus pasos. Y ello es consecuencia fundamental de que por la especialidad de su actividad y del escaso número de actores en el mercado, cada hito en nuestro desarrollo ha ido siempre ligado a una ingente, exigente, a veces frustrante, pero siempre fascinante actividad investigadora.
«Cada hito en el desarrollo de Alcaliber ha ido siempre ligado a una ingente, exigente, a veces frustrante pero siempre fascinante actividad investigadora»
En Alcaliber estamos, y espero no pecar de arrogancia en este punto, muy orgullosos de los avances que hemos ido logrando a lo largo de todos estos años, pues han sido el fruto de mucho trabajo y entusiasmo de un numeroso grupo de personas.
Creo que somos justos con la verdad si decimos que Alcaliber está donde está gracias a los avances que la actividad de I+D+i desarrollada ha ido logrando a lo largo de estos años.
Alcaliber ha evolucionado en el desarrollo de su actividad investigadora, comenzando con convenios de colaboración con organismos públicos (especial mención en este aspecto al Consejo Superior de Invetsigaciones Científicas y a la Universidad como institución) para ir adquiriendo conocimientos y desarrollando tecnologías propias; creando nuestra propia empresa especializada, Alcaliber I+D+i, invirtiendo en infraestructuras, en equipos y en personal.
Cambiando de las estrategias clásicas de mejora a los nuevos proyectos: obtención de un primer borrador del genoma de Papaver somniferum L. mediante plataformas de secuenciación de alto rendimiento, diseño de herramientas biotecnológicas capaces de ampliar y modernizar los recursos disponibles en el programa de mejora genética de Alcaliber I+D+i (desarrollo e identificación de marcadores moleculares, desarrollo de un protocolo para obtener líneas Dobles Haploides de adormidera, constitución de una colección de líneas casi isogénicas-NILs de adormidera para identificar regiones involucradas en caracteres de interés agrícola y de producción, patología mediante biología molecular…), adelantándonos a la legislación (proyecto fascinante de edición génica con la nueva tecnología molecular CRISPR-Cas9).
Generando, en definitiva, conocimientos y herramientas de trabajo para la mejora continua de la I+D. En este sentido, las colaboraciones con los institutos Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP) de Valencia, Centro de Investicación Agrigenómica (CRAG) de Barcelona o IBM de Madrid, todos ellos con una incontestable aptitud de ampliación de conocimientos científicos básicos en el área de la biotecnología vegetal, son de gran valor y ayuda para la consecución de nuestros objetivos.
Nuestro material de partida es una planta, Papaver somniferum, comúnmente llamada adormidera. Investigar en un material vivo como es una planta ha sido una apuesta permanente por la mejora y la búsqueda de lo imposible, desarrollando nuevas variedades, variedades con mayores contenidos de alcaloides, más robustas, más productivas, en definitiva, mejores. Igualmente, los elementos auxiliares de esta actividad, como el desarrollo de fertilizantes, fungicidas, herbicidas, insecticidas, así como la maquinaria de siembra, procesado y recolección, etc., ha sido una labor dura pero sumamente gratificante.
Especial mención merece la mejora genética vegetal y es interesante comprobar cómo ha ido cambiando su estrategia y ejecución hacia una perspectiva biotecnológica, incorporando nuevas herramientas y nuevos objetivos de investigación y desarrollo.
Pero no sólo el área agrícola ha sido nuestro centro de trabajo. En el área industrial muchos han sido los recursos asignados y muchos también los avances conseguidos.
Empezamos con un solo material de partida, la morfina, y prácticamente un solo principio activo derivado de la misma, la codeína fosfato. Hoy contamos con cinco materias primas diferentes. Además de la morfina, la codeína como materia prima natural, la tebaína, la oripavina y la más reciente, la noscapina, son la base de los más de veinte principios activos desarrollados a lo largo de los últimos diez años.
Entre ellos, merece la pena destacar el desarrollo de procesos para la Naloxona o Naltrexona, Oxicodona, Dihidrocodeína, Diacetilmorfina o la Morfina Sulfato, todos ellos productos esenciales para el tratamiento del dolor y de las adicciones.
«Alcaliber logró en 2016 la primera licencia en España para el cultivo y producción de cannabis para uso farmacéutico»
Y como la rueda no deja de girar, nuestro penúltimo reto, el cannabis para uso farmacéutico, del que Alcaliber es pionera en España y referente internacional, es el área en el que también nuestros esfuerzos se centran actualmente.
Alcaliber logró en octubre de 2016 la primera licencia en España y una de las pocas en el mundo para el cultivo y producción de cannabis y sus derivados para uso farmacéutico. Enfermedades como la epilepsia, glaucoma, esclerosis, tratamiento de dolor, náuseas, anemias, entre otras, han encontrado en el cannabis una fuente interesantísima de investigación y esperanza para muchos enfermos.
El desarrollo de esa actividad, en la medida en que es absolutamente novedosa supondrá para todos nosotros una fuente fresca de entusiasmo y oportunidades para seguir avanzando.
No quisiera terminar sin agradecer a todos los investigadores que por Alcaliber han pasado, sobre todo a los internos, pero también a los que han colaborado desde fuera con mayor o menos intensidad, su esfuerzo y contribución a lo largo de todos estos años.
Muchas gracias.
Los que hayáis tenido contacto cercano con niños recordareis, a buen seguro con una sonrisa, la época del «¿y por qué?», esa mezcla de curiosidad y primera rebeldía. Y quizás algunos, como yo, lamentéis el que, normalmente, no perdure toda la vida. No sé si en ello hay una base genética y neurobiológica, o un problema pedagógico subyacente. Lo que sí sé es que iniciativas como la de Escuelab pueden ayudar enormemente a mantener dicha curiosidad y aumentar el interés personal y social por la ciencia.
Cristina Balbás, fundadora de Escuelab y su actual presidenta, siguió, en principio, los pasos de una carrera científica convencional; eso sí, de alto nivel y exigencia: Bachillerato en Colegios del Mundo en Hong Kong; Grado por la Universidad de Princeton, EE. UU.; y Doctorado por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), realizado en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. En resumen, las bases para ser una científica y una ciudadana del mundo en el siglo XXI. Pero su amor a la ciencia le llevó un paso más allá, a un compromiso por mejorar la cultura científica en nuestro país y fomentar las vocaciones investigadoras.
«El amor a la ciencia de Cristina Balbás le llevó a un compromiso por mejorar la cultura científica en nuestro país y por fomentar las vocaciones investigadoras»
Cristina tuvo la buena cabeza -no podía ser de otra manera- de asociarse con un experto en la parte de gestión económica. Fernando García-Lahiguera, Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la UAM, formado en gestión en el IE y el IESE. Fernando atesora 17 años de experiencia profesional como Director Financiero y Director General de varias empresas y, lo que no es baladí para el proyecto de Escuelab, organizaciones sin ánimo de lucro, tales como Acción contra el Hambre y Save the Children.
Cristina y Fernando, junto con varios colaboradores en plantilla a tiempo parcial, todos ellos con titulación superior en ciencias, experiencia investigadora y recorrido en el ámbito de la educación formal y no formal, pusieron en marcha Escuelab Innovación Educativa S.L., así como la Asociación sin Ánimo de Lucro Escuelab, en la que están implicados unos 20 voluntarios, todos investigadores en activo. Desde su fundación, en 2013, ha llegado a más de 5.000 niños, algunos de ellos en riesgo de exclusión. Esto es posible gracias al modelo de empresa que reinvierte los beneficios en becas a dichos niños, así como, más recientemente, a la plataforma de micromecenazgo Teaming, sobre la que os animo a informaros.
Seguro que este pequeño resumen os ha dejado tan impresionados como yo me quedé cuando conocí a Cristina y me contó los primeros pasos de Escuelab. Una larga lista de reconocimientos confirma el valor y el buen hacer de esta iniciativa:
«Los científicos somos unos de los más beneficiados por la labor de Escuelab en fomentar valores como la cultura del esfuerzo, el pensamiento crítico, la creatividad, la proactividad y la valoración social de la ciencia»
Como veis, la Asociación Española de Científicos (AEC) no es la primera y, a buen seguro, no será la última entidad, en otorgar un reconocimiento a Escuelab. Pero hay un aspecto en el que quizás sí seamos pioneros. Salvo que en estos últimos meses hayan recibido tal distinción, somos la primera asociación científica en reconocer la labor de Escuelab, en forma de nuestra Placa de Honor que destaca aquellas personas, empresas e iniciativas comprometidas con el avance de la ciencia y la tecnología. Y es que, «es de bien nacidos el ser agradecidos». Tras los niños que participan en una actividad de Escuelab y los promotores, monitores y voluntarios que, seguro, obtienen una gran satisfacción personal, somos los científicos las siguientes más beneficiados por la decisión de Cristina Balbás de «colgar la bata», enrolar a un grupo de personas y ponerse a trabajar de otra forma en fomentar valores como la cultura del esfuerzo, el pensamiento crítico, la creatividad, la proactividad y la valoración social de la ciencia.
Gracias, Fernando, Cristina, y os ruego trasladéis nuestro agradecimiento a todos los colaboradores de Escuelab.
Me gustaría agradecer especialmente a Enrique de la Rosa no sólo la promoción de la candidatura de Escuelab y su amable presentación, sino, también, el apoyo que ha brindado al proyecto en los últimos años, desde que varios miembros del equipo fundador empezamos a interesarnos por la divulgación cuando éramos estudiantes de doctorado y le conocimos en una de sus sesiones de Ciencia con chocolate.
Para nosotros es un orgullo recibir la Placa de Honor de la Asociación Española de Científicos (AEC), a cuyos miembros y Junta Directiva hago extensivo nuestro más sincero agradecimiento por esta distinción. La labor de esta entidad es invalorable por su dedicación a promocionar la profesión científica e investigadora en todas sus vertientes, organizando entre otras muchas iniciativas un acto tan entrañable como el que hoy disfrutamos.
«Soñamos con que en el futuro se siga haciendo ciencia de calidad en España, que pasa por despertar vocaciones investigadoras en la infancia»
Creo no equivocarme al afirmar que todos los aquí presentes soñamos con que en el futuro se siga haciendo ciencia de calidad en España. Esta perspectiva pasa por despertar vocaciones investigadoras en la infancia, que es por lo que trabajamos cada día en Escuelab.
Vivimos momentos difíciles, caracterizados por una importante crisis social. Los datos relativos a la infancia son sangrantes: según el último informe de UNICEF, en España más del 34% de los menores se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social. Ante esta realidad, y enfrentados a unas instituciones públicas desbordadas y a una clase política incapaz de ponerse de acuerdo en los despachos y pasar a la acción, se hace necesario buscar alternativas que luchen de forma innovadora por la igualdad social y el uso responsable de los recursos. Los emprendedores sociales buscamos hacer frente a estas problemáticas desde todos los frentes, involucrando a todos los actores del ecosistema en el que trabajamos y persiguiendo la sostenibilidad en todos los procesos derivados de nuestra actividad.
«Es necesario buscar alternativas que luchen de forma innovadora por la igualdad social y el uso responsable de los recursos»
Desde nuestra humilde posición, eso es lo que intentamos hacer en Escuelab en el ámbito de la educación científica, contribuyendo así a formar a niños capaces de pensar de manera crítica, que se conviertan en parte activa de la sociedad que queremos para el futuro.
Hemos enfocado este objetivo a través de la elaboración de materiales educativos y su implementación en un contexto de educación no formal: clubes de ciencia extraescolares, campamentos científicos, talleres de ciencia, etc. En nuestras actividades, nos centramos en los niños de entre 6 y 14 años, edades clave en el desarrollo de actitudes hacia las carreras profesionales del ámbito de las ciencias.
Todo esto siempre desde el punto de vista del rigor científico y permitiendo a los niños experimentar de primera mano para resolver retos. De esta forma, también les ayudamos a desarrollar herramientas de futuro como son la persistencia, el trabajo en equipo, la resistencia a la frustración o la integración del error como parte del aprendizaje, algo a lo que todos los que en algún momento nos hemos dedicado a la investigación estamos tan acostumbrados.
Además, como empresa social, Escuelab no reparte beneficios, sino que los reinvierte en el proyecto. Entre otras iniciativas, tenemos un programa de becas que permite que niños en riesgo de exclusión, sea por motivos socioeconómicos o por padecer algún tipo de discapacidad, puedan asistir a nuestras actividades de manera gratuita.
«No vamos a descansar hasta lograr la igualdad de oportunidades también en educación científica»
El estudio sobre vocaciones científicas ¿Cómo podemos estimular una mente científica?, publicado en 2015 por la FECYT, la Obra Social La Caixa y Everis, demuestra que las actividades de divulgación puntuales (como las que desarrollamos en Escuelab) elevan un 5,6% las vocaciones científicas entre los estudiantes, un 9,5% entre aquellos de menor nivel socioeconómico, en los que nos centramos especialmente. Aplicando estos parámetros a los más de 5.200 niños que ya han pasado por nuestras actividades, teniendo en cuenta que más de 1.300 de ellos pertenecían a colectivos en riesgo de vulnerabilidad, estimamos que habremos despertado unas 350 nuevas vocaciones científicas. 350 nuevas mentes al servicio de la ciencia, que ojalá algún día se unan a nosotros en eventos como este.
No quiero terminar sin hacer extensible nuestro agradecimiento a todos aquellos que hacen posible nuestro trabajo día a día: miembros del equipo, voluntarios, padres, colegios, empresas y entidades sociales con las que colaboramos, amigos que hablan de nosotros con cariño y, por supuesto, los verdaderos protagonistas, nuestros niños.
No vamos a descansar hasta lograr la igualdad de oportunidades también en educación científica. Todos los niños y niñas deberían poder desarrollar su potencial al máximo, sin importar su situación socioeconómica, e iniciativas como este reconocimiento contribuyen a que demos el 100% cada día trabajando por este objetivo.
Sabemos que estáis comprometidos por la ciencia: os invitamos a sumaros también a nuestro compromiso por la infancia.
Muchas gracias.
«Esta una ocasión especial, pues cumplimos 20 ediciones y vamos a entregar la Placa de Honor número 100»
«Estas placas buscan el reconocimiento social de la ciencia y la justa valoración de la ciencia y los científicos»
Es un placer el coincidir con todos vosotros en este acto, sin duda la actividad más entrañable de la Asociación Española de Científicos (AEC). Esta noche, mediante la concesión de las Placas de Honor, queremos poner de manifiesto el esfuerzo personal y corporativo en el progreso y la valoración de la ciencia, la investigación y la tecnología en España. Y es ésta una ocasión un poco especial, pues cumplimos 20 ediciones y vamos a entregar la Placa de Honor número 100.
Cien placas –105 para ser exactos– es un esfuerzo considerable para nuestra pequeña asociación. Sin embargo, la ciencia, la investigación, la transferencia del conocimiento, el desarrollo tecnológico y la divulgación científica en España se merecerían mucho más. Sea este acto, al igual que los 19 precedentes, no sólo un homenaje a los premiados, sino también un reflejo de la vitalidad del tejido científico español que, contra viento y marea, desafiando el poco aprecio de nuestros gobernantes y administradores, sigue avanzando en la generación del conocimiento y en la resolución de los problemas sociales. Estos dos aspectos en concreto han quedado bien representados a lo largo de estos 20 años mediante la concesión de Placas a científicos individuales, a sabiendas de que están apoyados por todo un equipo, así como a empresas de base tecnológica, encargadas de convertir el conocimiento en soluciones para necesidades y problemas sociales. Más recientemente hemos ido incorporando a periodistas y divulgadores, aliados indispensables para lograr el reconocimiento social de la ciencia, así como a asociaciones e iniciativas singulares que buscan, como la AEC, la justa valoración de la ciencia y los científicos.
Es frecuente que, para reivindicar el valor de la ciencia, se acuda a sus réditos económicos. Os sonará, de una forma u otra, aquello de que «los países no investigan porque son ricos, son ricos porque investigan». Como supongo que la práctica totalidad de los asistentes a este acto estáis razonablemente convencidos de ello, dejadme desarrollar otra línea de argumentación, más importante, si cabe, en la convulsa realidad del mundo actual, la sociedad de la posverdad. Posverdad, según la Fundeu, se refiere a las circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos a la hora de modelar la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal. Seguro que no es necesario que os ponga ejemplos de situaciones recientes para que coincidáis conmigo en que el cultivo de la ciencia, del método científico, del pensamiento crítico, de la discusión basada en hechos demostrables y reproducibles, etc. puede ser un contrapunto frente a manipuladores, embaucadores, populistas y demagogos. Dejadme citar palabras de algunos colegas a este respecto:
«La cultura científica hace mejores ciudadanos y aumenta el nivel de exigencia sobre nuestros políticos», Javier Polavieja y Javier Lorenzo Rodríguez, Departamento de Ciencias Sociales de la UC3M, Madrid.
«Tenemos un problema […]: un nivel global insuficiente de cultura científica que se manifiesta en un exceso de menosprecio del rigor y la precisión […] y, consecuentemente, en un predominio de opiniones no fundamentadas, sobre las que se llegan a tomar decisiones en todos los ámbitos de lo público», Xavier Vidal Grau, exrector de la Universidad Rovira i Virgili, Tarragona.
No quiero terminar sin agradecer de nuevo vuestra presencia en este acto, así como la del Profesor César Nombela, quien desde la Universidad Complutense de Madrid, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y, actualmente, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, ha contribuido ciertamente al progreso y la valoración de la Ciencia en España. El Profesor Nombela ha sido tan amable de preparar unas palabras con las que cerraremos el acto de entrega de las Placas y pasaremos a la cena celebración.
«La Ciencia nos dice que apenas sabemos algo del 4% del mundo material. Hay, por tanto, amplio espacio para seguir la indagación propia del investigador».
«La Ciencia ha triunfado, entre otras cosas por su poder para hacer posible la transformación de la realidad».
Agradezco la invitación para intervenir en este acto de la Asociación Española de Científicos (AEC). Mis primeras palabras serán de felicitación a los premiados.
Quiénes profesan como científicos encarnan una dedicación que va más allá del desempeño de una profesión con dedicación retribuida. La profesión de científico supone una intensa formación, una actividad que solo puede estar basada en una motivación que justifica su vocación y que se ejerce basada en una actitud ética. El juicio y la valoración de los pares es la referencia fundamental para quienes sirven a tarea de crear conocimiento.
Para los científicos existen muchas formas de manifestar nuestra motivación. Nos inspiran preguntas como: ¿Hay espacio en nuestra sociedad para el entusiasmo por el saber? ¿Lo hay para la «emoción de descubrir» según feliz expresión que acuñara mi maestro Severo Ochoa? ¿Cabe esa tarea que aspire entender el mundo con la inteligencia, la experimentación o la capacidad de análisis de los expertos? Tratamos de dar respuesta afirmativa a esas preguntas.
Menéndez Pelayo expresó una idea de la Universidad que se parece mucho a la que menciono, la «universidad total», en el discurso que leyó, en la Universidad Central, con motivo de la solemne inauguración del curso académico de 1889-1890. Afirmaba entonces Menéndez Pelayo: «Aquella cadena de oro que enlaza todas las ciencias; aquella ley de interna generación de las ideas, verdadero ritmo del mundo del espíritu; aquel orbe armónico de todas las disciplinas, que los griegos llamaron Enciclopedia, sólo en la institución universitaria está representado, y sólo desde la Universidad penetra y se difunde en la vida».
Este verano, en La Magdalena, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, el físico Pedro Echenique se refería a «la sublime utilidad de la Ciencia inútil»; mientras tanto, otros reclamaban expertos que dominen la última de las aplicaciones.
La Ciencia, la que a veces a algunos les puede parecer inútil, pero que acaba cristalizando en conocimiento aplicable y, desde luego, también en impuestos para el erario, nos dice que apenas sabemos algo del 4% del mundo material. Hay, por tanto, amplio espacio para seguir la indagación propia del investigador.
Existe un universo físico, la ciencia física aún no ha sido capaz de armonizar el conocimiento de los fenómenos deterministas que observamos en la escala macro, con los fenómenos probabilísticos que se dan en la escala infinitamente pequeña de las partículas elementales. Pues bien, prosiguen los esfuerzos para entender este universo, en el que ya conocemos exoplanetas que pueden albergar vida. Y podremos ver cómo, a pesar de todas esas limitaciones, avanza la tecnología en aplicaciones de la luz para optimizar el manejo de energía y proteger el medio ambiente, o la ingeniería necesaria para construir infraestructuras; autopistas, ferrocarriles, también redes digitales de banda ancha para intensificar la comunicación entre los seres humanos y su conexión con las cosas. Igualmente se seguirá profundizando en lo más esencial del conocimiento abstracto, la matemática.
Existe un universo biológico, un escalón más en la complejidad. La Ciencia afianza sus esfuerzos para conocer la vida biológica en todas sus formas; en especial, la del ser humano, con los datos que hoy proporcionan las aproximaciones que nos permiten acercarnos a entender el funcionamiento de la célula y sus estructuras fundamentales, de órganos como el cerebro, de los organismos y su nutrición. Habrá que tratar de manera extensa cuestiones como las alteraciones patológicas, con todo lo que posibilita la Biomedicina actual, así como su manejo desde un sistema de salud sustentable, que ha de atender a una población cada vez de mayor edad, con terapias avanzadas y tanto desde el punto de vista preventivo como curativo.
Nos importa igualmente el último nivel de complejidad, el que ha sido ya construido por el propio hombre que desde que surge –como último liberado de la creación, en expresión de von Herder- que ha sido capaz de vivir en sociedad, de construir una cultura. Hemos de perseguir una visión integradora entre organismos, mentes y sistemas sociales, hasta lo que supone el momento de nuestro sistema económico, nuestra organización social (con Europa y sus interrogantes en primer término).
La Ciencia ha triunfado, entre otras cosas, por su poder para hacer posible la transformación de la realidad. En ese triunfo estamos, no sólo porque la capacidad de profundizar se ensancha y agranda, sino porque cada vez confiamos más en el empleo de la técnica que se deriva del conocimiento científico. En palabras de Antonio Fernández-Rañada: «la Ciencia es tan poderosa porque ha sabido extraer su fuerza de los límites humanos». Nadie duda hoy de este poder, aunque sepamos de la necesidad de encauzarlo dentro de un marco de referencias éticas, porque su utilización correcta no está garantizada.
Y los científicos nos seguiremos preguntando sobre lo que queda por saber. Una pregunta de respuesta imposible en su globalidad, pero de la que se deriva el estímulo para esa búsqueda permanente que constituye la investigación científica. De lo que tampoco tenemos duda es de la militancia que nos corresponde ejercer a los científicos españoles. Cierto es que se han dado pasos en las últimas décadas, pero nos sigue apremiando la necesidad de alcanzar los niveles de esfuerzo inversor que nos correspondería en un país de nuestro desarrollo. Por eso, nos seguiremos encontrando en ese debate y en esas propuestas.
Muchas gracias a todos.