Placas de Honor 2007

10ª edición – 23/11/2007

Francisco Fernández-Avilés Díaz

Jefe de Servicio de Cardiología del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid y Catedrático de Cardiología de la Universidad Complutense de Madrid

Discurso de entrega

Francisco Fernández-Avilés Díaz nació en 1953, conquense de nacimiento y de convicción, y madrileño de adopción. Se trasladó en su infancia a Madrid donde desarrolló toda su vida de estudiante en un ambiente no fácil (huérfano de padre muy pronto) y bajo los cuidados, consejos y cariño de su madre.

Su vida profesional la desarrolló, primero en Madrid y luego en Valladolid donde se casó y tuvo tres hijos. Desde el 1 de agosto de 2006, es Jefe de Servicio de Cardiología del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid y Catedrático de Cardiología de la Universidad Complutense de Madrid.

Y mi desconcierto llega al máximo cuando me cita a Leibnitz o Kant como a gente que algo tiene que ver con el desempeño de su menester. Confieso que, aun habiéndolo intentado a su vera, todavía no he llegado a saber qué es un físico teórico o, quizá más exactamente, un físico teórico como él.

Hasta llegar aquí, ha recorrido un largo y esforzado camino, que resumo al final, en el que fue ayudado, primero por su madre y luego por su mujer, Itziar, y sus tres hijos.

En el doctor Francisco Fernández-Avilés es imposible separar sus valores humanos y profesionales. No pasa mucho tiempo después de establecer contacto con él para darte cuenta de su enorme capacidad de trabajo y de resolución de los problemas, de su enorme dinamismo y capacidad de desarrollar iniciativas y nuevos proyectos, de su sagacidad investigadora y de su capacidad de liderazgo. Estas capacidades nunca las ha desarrollado de forma aislada en el plano profesional, sino que siempre lo hace desde una perspectiva humana fácilmente perceptible.

«Fernández-Avilés posee una enorme capacidad de trabajo y de resolución de problemas, dinamismo y capacidad de desarrollar iniciativas y nuevos proyectos, además de sagacidad investigadora y capacidad de liderazgo»

Los que hemos trabajado con él siempre recordamos su consejo sobre cuál debería ser nuestra actitud ante el requerimiento de un compañero o un: «cuando alguien te pida algo, antes de saber cuál es la cuestión, tu repuesta debe ser Sí». Su capacidad de trabajo siempre ha sido enorme, pero, aún mayor es su capacidad de impulsar nuevos proyectos e iniciativas y de ilusionar a todo su entorno con ellos. Todos lo que hemos tenido la suerte de compartir con él nuestra profesión temíamos que volviera de las reuniones. Volvía, siempre con un nuevo y ambicioso proyecto de mejora de nuestra actividad clínica o de investigación que, seguro, era fruto de sus reflexiones propias en aviones y aeropuertos, de los que escuchaba y de su enorme capacidad de ver cuáles eran los verdaderos caminos por lo que se iba a desarrollar el conocimiento y la práctica clínica.

«En 1998, Fernández-Avilés creó el Instituto de Ciencias del Corazón (ICICOR de Valladolid) del que ha sido director hasta su regreso a Madrid»

Con estas cualidades es fácil explicarse el éxito de su carrera profesional. El profesor Fernández-Avilés obtuvo su Licenciatura y Doctorado en Medicina en la Universidad Complutense de Madrid. Es médico especialista en Cardiología por la misma Universidad y posee el título de Diplomado en Dirección y Gestión de Departamentos Médicos por la Escuela de Alta Dirección Empresarial (EADA) de Barcelona. Después de una larga etapa en el Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, en 1990 se trasladó a Valladolid donde ha ocupado la Jefatura de Servicio de Cardiología del Hospital Clínico-Universitario y ha sido Profesor Titular de Cardiología de la universidad vallisoletana. En 1998, creó el Instituto de Ciencias del Corazón (ICICOR de Valladolid) del que ha sido director hasta su regreso a Madrid.

Su excelente trayectoria profesional en la gestión clínica y en la investigación ha sido ampliamente reconocida: es Fellow de la Sociedad Europea de Cardiología y de la Sociedad Americana de Cardiologia. Ha sido editor jefe de la Revista Española de Cardiología y miembro de la Comité Ejecutivo de la Sociedad Española de Cardiología. Actualmente, es editor jefe de la revista European Heart Journal Supplements y forma parte del Comité Ejecutivo de la Sociedad Europea de Cardiología, en el que ha ocupado las posiciones de consejero y vicepresidente. Es también coordinador de la Red de Investigación Cooperativa Cardiovsacular RECAVA del Instituto de Salud Carlos III (ISCiii) y presidente de la Comisión Cardiovascular del Fondo de Investigación Sanitaria (FIS) del ISCiii.  Además, participa como consejero de la Junta de Castilla y León, de la Consejería Madrileña y del Ministerio de Sanidad y Consumo en diferentes áreas de planificación de la actividad asistencial, docente e investigadora.

Forma parte también de la Comisión Nacional de Especialidades Médicas del Consejo Nacional de Especialidades del Ministerio de Sanidad y Consumo. Recientemente, ha sido nombrado representante de España en el Consejo Asesor sobre Investigación en Salud del Séptimo Programa Marco de la Unión Europea a propuesta del Ministerio Español de Sanidad y del Ministerio Español de Educación.

«Sus contribuciones científicas desde 1972 se han centrado principalmente en isquemia y reperfusión miocárdica, cardiología intervencionista, síndrome coronario agudo y terapia celular de reparación cardiaca»

Sus contribuciones científicas desde 1972 se han centrado principalmente en isquemia y reperfusión miocárdica, cardiología intervencionista, síndrome coronario agudo y terapia celular de reparación cardiaca. En 1999, Fernández-Avilés creó el Grupo GRACIA (Grupo de Análisis de Cardiopatía Isquémica Aguda) con el fin de llevar a cabo estudios clínicos orientados a incrementar la eficacia del tratamiento en el infarto agudo de miocardio. Este grupo ha completado tres ensayos clínicos aleatorizados. En 2001, Fernández-Avilés fundó el grupo TECAM (Terapia Celular Aplicada al Miocardio), compuesto por un equipo multidisciplinar de cardiólogos, hematólogos e investigadores básicos de diferentes centros del país, dirigidos desde el Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Tras la publicación en 2004 de los resultados de un estudio sobre la capacidad regenerativa de las células madre procedentes de medula ósea en pacientes con infarto de miocardio reciente, este grupo ha creado las dos únicas unidades públicas españolas de producción celular y está desarrollando varios programas de investigación dirigidos a estudiar la seguridad y la eficacia de la terapia celular en diversas patologías cardíacas.

Asimismo, este grupo organiza un simposio internacional sobre terapia celular que se ha convertido en referente mundial. Fruto de esta intensa y prolongada labor investigadora Fernández-Avilés ha publicado más de 470 artículos en revistas científicas, abstracts y capítulos en libros y ha recibido múltiples premios y reconocimientos a lo largo de su carrera profesional. Destaca entre ellos la Orden del Mérito Civil de Sanidad y el premio Castilla León de Investigación Científica y Técnica 2006.

Parecería que todo lo mencionado previamente abocase al premiado a una vida más tranquila y placentera, pero, todo lo contrario. En agosto de 2006, Fernández-Avilés decidió regresar al Hospital Gregorio Marañón de Madrid como jefe de servicio de cardiología. Estos 14 meses han sido un «no parar» en el quehacer diario, el diseño y la invención se ha transformado en trabajo asistencial y organización, todo ello respetando la premisa de toda su vida «la asistencia al enfermo». Asimismo, ha vivido el largo camino de preparar una oposición a catedrático. Sin embargo, ambas cosas han merecido la pena.

Pedro Luis Sánchez Fernández
Coordinador del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca

Gonzalo Almendros Martín

Investigador cientifico del CSIC del Museo Nacional de Ciencias Naturales

Discurso de entrega

En mi parroquia hay un cura que predica bien, yo diría incluso que muy bien, pero, tiene la costumbre de increpar a los sabios y científicos cuando alude a la soberbia intelectual del mundo, o sea, esa cosa intermedia entre el demonio y la carne con los que forma una trilogía que no todos los presentes seremos capaces de caracterizar e identificar.

Después de conocer a Gonzalo Almendros he concebido el peregrino propósito de presentarlo al cura de referencia para decirle: «ahí tiene usted un sabio y un científico de cuerpo entero y, si me demuestra que es un soberbio, le pagaré un chocolate con picatostes todas las tardes de su vida».

«Gonzalo Almendros es un hombre de una sencillez excepcional, de una humildad edificante»

Quizá no sea del todo honrada esta iniciativa mía, porque Gonzalo Almendros o Gonzalos Almendros, tan sencillos, tan franciscanos y tan listos, no creo que se den en número suficiente como para eximir a los científicos de aquel ascético apotegma acusatorio que dice: «la Ciencia hincha». Gonzalo es un hombre de una sencillez excepcional, de una humildad edificante. Y, sin embargo, no sé si hacemos bien en proclamarlo, distinguirlo y darlo a conocer porque su caso puede producir un efecto deletéreo entre los responsables de la política cien tífica de nuestro país. Voy a explicar por qué.

Gonzalo terminó en Madrid, de donde es natural, sus carreras de Zoología y de Botánica, con premio extraordinario en ambas y con el número uno. Antes de graduarse, haciendo su último año de carrera, cayó una tarde por el antiguo edificio de Edafología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), casi contiguo a la residencia en la que en este momento nos encontramos. Venía a visitar a un su exprofesor de Edafología, a la sazón profesor de Investigación del CSIC. Llegó de visita y se quedó… ¿Saben hasta cuándo? Hasta ahora. En ese último año hizo una tesina de licenciatura sobre las fracciones orgánicas de los suelos: descripción de los distintos tipos y proporciones en los diferentes suelos e intento de explicación de esa variabilidad. Terminó la carrera y estuvo un año trabajando en Edafología. ¿Saben con cuánta ayuda económica o con qué beca? Con ninguna. Después, comenzó su tesis sobre las turberas españolas: origen, fertilidad potencial y características de la materia orgánica coloidal, es decir, sobre los ácidos húmicos, que serán objeto de su atención durante casi toda su vida. Al terminar su tesis doctoral tuvo tres becas post-doctorales de tres años. Y, a continuación, vino su ingreso en el CSIC como Colaborador Científico.

«Terminó la carrera y estuvo un año trabajando en Edafología. ¿Saben con cuánta ayuda económica o con qué beca? Con ninguna»

En esos años postdoctorales publicó innumerables artículos sobre el efecto de los incendios forestales sobre los suelos, el impacto de las repoblaciones con coníferas sobre el bosque mediterráneo, las modificaciones en la materia orgánica del suelo a consecuencia de la deforestación y el cultivo etc. Fue un trabajo inmenso que llevó a cabo sin financiación alguna, muestreando suelos españoles, visitando centros de Madrid y de otras provincias, dinamizando a investigadores de esas provincias que tenían conocimientos y aparataje idóneo y estableciendo relaciones científicas que duran todavía.

¿Caen ustedes en la cuenta de por qué es peligroso hablar de este hombre, de por qué su ejemplo puede ser deletéreo? Sólo nos falta que nuestros responsables políticos se enteren de que alguien ha sido capaz de investigar fecundísimamente y sin dinero.

Tuvo también protagonismo en proyectos de investigación sobre residuos agrícolas como material de partida para la elaboración de abonos o compost, la transformación de los lodos y basuras urbanas, la estructura de los ácidos húmicos de estos residuos transformados, el efecto de la materia orgánica sobre la estabilidad estructural, la retención de agua y la nutrición vegetal, y estudió la productividad de los suelos en experimentos de campo y en invernaderos.

Entre 1985 y 1980, fomentó los contactos y colaboraciones con centros españoles: el Instituto de Geología Económica del CSIC, el Centro de Investigaciones Biológicas, y el Instituto de Recursos Naturales de Sevilla, donde contactó con Francisco Martín y con Francisco Javier González Vila, introductores en España de la caracterización molecular de las sustancias húmicas. En esos años, profundizó en la cromatología de gases, espectrometría de masas y resonancia magnética de carbono trece y nitrógeno quince que, al regresar a Madrid, se aplicaban a suelos y ácidos húmicos de varia procedencia, ensayando nuevas técnicas para degradar su estructura y valorar sus grupos funcionales. Estas nuevas experiencias se potenciaron con sus colaboraciones con el Instituto de Química Orgánica de Madrid, donde encontró grandes facilidades para trabajar sobre la química de compuestos orgánicos complejos y sus reacciones.

El atento oidor habrá reparado en que estos sus años fecundos de trabajo discurren en el CSIC o en centros españoles, uno de ellos en Sevilla. Nada de ir al extranjero, y cuando se desplaza a Sevilla es a sus expensas y sin financiación alguna. Empieza a parecerme imperdonable poner a este hombre sobre el celemín. Es muy mal ejemplo para los politólogos de la Ciencia.

Entre 1990 y 2000, produce una actividad que trasciende a Europa (Ratisbona, Munich, Gran Bretaña, Francia, Holanda, Italia y Rusia), a América (Colombia y Méjico) y al sur de África (países entre Tanzania y Suráfrica).

A partir del 2000 cuenta ya con personal formado y se amplía la actividad. En la revista Soil Biology & Biochemistry y en otras publicaciones internacionales publica 200 artículos. Se extiende a la Fitopatología en colaboración con la doctora María Arias y el doctor Antonio Bello. Encuentra reconocimiento en el CSIC, donde pasa a ser el Profesor de Investigación más joven del organismo.

La aportación del Profesor Almendros es de conjunto. Los temas que ha trabajado se aplican a los suelos forestales o cultivados y los conocimientos alumbrados deberían contribuir a que la acción del hombre sobre el medio natural le permitiese la extracción suficiente de recursos.

«Gonzalo Almendros ha hecho una aportación importantísima a la ciencia del suelo o, lo que es lo mismo, a la aventura de nuestra subsistencia»

En los últimos cien años, las ciencias del suelo han progresado sensiblemente, pero, a pesar de todo la composición y propiedades de la materia orgánica, siguen siendo en su mayor parte desconocidas. Es preciso continuar y profundizar en la comprensión de la evolución de las comunidades de organismos para obtener bienes y servicios de los ecosistemas. Gonzalo Almendros ha hecho una aportación importantísima a la ciencia del suelo o, lo que es lo mismo, a la aventura de nuestra subsistencia. Qué contraste tan fuerte con su sencillez, con su humildad. Ahora lo vais a conocer.

Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC

José Esquinas Alcázar

Ingeniero agrónomo por la Universidad Politécnica de Madrid

Discurso de entrega

Nunca pensé que el tema de la biodiversidad pudiera ser un asunto tan fascinante. Y cuando paseaba por la Via delle Terme di Caracalla, en Roma, y veía el edificio de FAO, tampoco imaginaba que este organismo era mucho más que una dependencia burocrática ocupada en aliviar el hambre en el mundo.

Ni mucho menos sabía que en aquella sede internacional trabajaba un español, José T. Esquinas, llevando a cabo tareas trascendentales que en esta noche tendremos la inmensa satisfacción de reconocer y ensalzar.

¿Y, quién es la Fundación Cotec? Cotec es una iniciativa empresarial promovida por más de medio centenar de empresas e instituciones españolas que tienen un peso realmente destacado en la vida cultural y económica de España.

«A José Esquinas se debe en buena parte la firma en 1983 del Compromiso Internacional de Recursos Genéticos, y, en 2001, el Tratado Internacional sobre Recursos Filogenéticos para la Alimentación y la Agricultura»

Este español tiene una proyección internacional, porque a él se debe en buena parte la firma en 1983 del Compromiso Internacional de Recursos Genéticos, y, en 2001, el Tratado Internacional sobre Recursos Filogenéticos para la Alimentación y la Agricultura redactado en el ámbito de la Conferencia de la FAO.

Han sido dos instrumentos fundamentales para afrontar a escala casi mundial el grave asunto de la biodiversidad. Grave porque nos va en ello la seguridad de nuestros recursos alimentarios y de nuestra agricultura; y grave porque se trata de enderezar un proceso que comenzó hace 10.000 años. En época remotísima, la Humanidad utilizaba cerca de 8.000 especies de plantas para su alimentación. En la agricultura actual, el elenco de especies utilizadas se limita a 150. Pero, si atendemos a lo más usual, tendremos que decir que 12 especies vegetales y cinco animales proporcionan el 70% de las calorías y de las proteínas de la alimentación humana. En realidad, son el trigo, el maíz, el arroz y la patata el gran sustento de la Humanidad.

Hemos perdido lastimosamente un colosal patrimonio genético que nos permitiría hacer frente a cambios medioambientales, plagas y pandemias mediante el uso de variedades diversas y exentas de morbilidad. Hoy en día, los posibles achaques medioambientales ligados al presunto cambio climático apuntan ya a una alarma insoslayable.

Un ejemplo ya clásico para ilustrar el tema de la biodiversidad es la famosa hambre europea particularmente trágica en Irlanda. Entre 1835 y 1840, apareció el hongo Phytosphora infestans que destruía todas las plantaciones de patatas. Casi dos millones de irlandeses murieron en dos o tres años, y otros varios millones hubieron de emigrar a EE. UU. Se intentó combatir la plaga con todos los medios químicos, pero, sin resultado alguno. Y alguien tuvo la feliz ocurrencia de ir a América, lugar de origen de la patata, para ver si allí existían variedades inmunes al Phytosphora infestans. Efectivamente, con cruzamientos genéticos de variedades peruanas, bolivianas y ecuatorianas se consiguió solucionar el problema.

«Su padre quiso que experimentara el duro trabajo de la tierra desde unas jornadas que empezaban cuando su padre, a las cinco de la madrugada, ponía en marcha los motores para el riego»

Este es el campo en el que José Esquinas ha hecho aportaciones que le hacen benemérito de la Humanidad. Como todos los grandes hombres, presenta una circunstancia vocacionante y mo- vilizadora. Para entenderla me ayuda recordar el caso del eminente escritor William Faulkner, sureño de Mississippi, que se identificaba a sí mismo como «un granjero al que le gusta contar historias» (I’m just a farmer who likes to tell stories). Y es que Esquinas, nacido en Ciudad Real, donde hizo el bachillerato, y graduado de ingeniero agrónomo en la Universidad Politécnica de Madrid, fue trabajador agrario en las fincas familiares durante todos los veranos. Su padre quiso evitar que fuera «el príncipe que todo lo aprendió en los libros». Y quiso que experimentara el duro trabajo de la tierra desde unas jornadas que empezaban cuando su padre, a las cinco de la madrugada, ponía en marcha los motores para el riego. Yo no sé si en antropología o en pedagogía existe una clasificación de las personas que distingue entre los que aprenden textos escritos que identifican como textos y los que a través de las lecciones amplían su percepción de la realidad. Para mí es evidente que existen estas dos clases de talentos y que esta diferencia marca sensiblemente los resultados biográficos. Evidentemente, Esquinas es de estos últimos. Y él sabe que esto tiene que agradecérselo a su padre.

Entre sus tareas y experiencias veraniegas hubo algo que llamó poderosamente su atención. Fue la fascinante variedad de los melones que cultivaba: color, formas, tamaños, gusto… De esa fascinación surgió su tesis doctoral. Viajes por toda España, miles de cartas a maestros, a alcaldes, a comandancias de la Guardia Civil le permitieron obtener semillas de más de 370 variedades españolas de melones. Plantarlas y cuidarlas en la finca La Pavera, próxima a Aranjuez, era un trabajo que necesitaba ayuda de algunos estudiantes de cuyo reclutamiento se encargó, desde la radio, Encarna Sánchez, quien le bautizó como «Pepe, el de los melones». Era ya doctor en ingeniería agronómica cuando ciertos impulsos democráticos en pleno franquismo le aconsejaron «tomar el olivo» y plantarse en la Universidad de California, con una beca del Banco Mundial. En el campus Davis de aquella Universidad hizo otro doctorado, esta vez en genética. De melones, por supuesto. Hizo el árbol filogénico de muchas variedades españolas y descubrió que en general proceden de la India.

Vuelto a España en los años de la Transición, se incorporó a la Universidad Politécnica de Madrid para dar clases y trabajó como investigador en el INIA (Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas). Muy pronto recaló en la FAO, al principio para seis meses, pero, desde 1978, en calidad de Funcionario Internacional de Naciones Unidas.

«La obra principal de Esquinas fue su trabajo de mentalización de los políticos del mundo para la creación de instrumentos institucionales con perspectivas jurídicas capaces de garantizar la existencia de bancos de germoplasma que recojan y conserven el patrimonio genético»

Esquinas tiene un amplio currículum, por así decirlo, reglamentario. Ya saben: cursos y conferencias en Universidades europeas, iberoamericanas, norteamericanas. Ha publicado artículos y libros muy numerosos. Ha dirigido muchos proyectos de investigación en sus temas de genética y desarrollo agrario. Pero, su obra principal, la que le sitúa ya en la Historia, fue su trabajo de mentalización de los políticos del mundo para la creación de instrumentos institucionales con perspectivas jurídicas capaces de garantizar la existencia de bancos de germoplasma que recojan y conserven el patrimonio genético. El más importante de estos instrumentos es el Tratado Internacional de Recursos Filogenéticos para la Alimentación y la Agricultura, firmado en 2001.

Es un texto donde confluyen una sutil conciencia ética y una sabia eficacia, porque no sólo se reconocen en él los derechos tecnológicos o de invención en la restauración y mejora de variedades, los llamados derechos del obtentor, sino que se reconocen también los derechos del agricultor como verdadero e imprescindible protagonista de la biodiversidad. Decía lo de conciencia ética, es decir, resplandeciente de espíritu social, porque se defienden los derechos del agricultor, pero, decía también lo de sutil y lo de la sabia eficacia, porque este es un terreno donde la justicia social es eminentemente práctica para todos, pero, especialmente, para las naciones desarrolladas. Porque se da la circunstancia de que los grandes depósitos de la diversidad biológica están en los territorios tropicales o subtropicales, o sea, en las naciones pobres. Esquinas nos convence de que hay que ser virtuosos, porque rara vez será más premiada la virtud.

Entre sus tareas y experiencias veraniegas hubo algo que llamó poderosamente su atención. Fue la fascinante variedad de los melones que cultivaba: color, formas, tamaños, gusto… De esa fascinación surgió su tesis doctoral. Viajes por toda España, miles de cartas a maestros, a alcaldes, a comandancias de la Guardia Civil le permitieron obtener semillas de más de 370 variedades españolas de melones. Plantarlas y cuidarlas en la finca La Pavera, próxima a Aranjuez, era un trabajo que necesitaba ayuda de algunos estudiantes de cuyo reclutamiento se encargó, desde la radio, Encarna Sánchez, quien le bautizó como «Pepe, el de los melones». Era ya doctor en ingeniería agronómica cuando ciertos impulsos democráticos en pleno franquismo le aconsejaron «tomar el olivo» y plantarse en la Universidad de California, con una beca del Banco Mundial. En el campus Davis de aquella Universidad hizo otro doctorado, esta vez en genética. De melones, por supuesto. Hizo el árbol filogénico de muchas variedades españolas y descubrió que en general proceden de la India.

Vuelto a España en los años de la Transición, se incorporó a la Universidad Politécnica de Madrid para dar clases y trabajó como investigador en el INIA (Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas). Muy pronto recaló en la FAO, al principio para seis meses, pero, desde 1978, en calidad de Funcionario Internacional de Naciones Unidas.

Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC

Deimos Space y el proyecto Don Quijote

Miguel Belló y Juan Luis Cano – Presidente y vicepresidente de Deimos Space

Discurso de entrega

No quiero hacer como los predicadores que, ante los fieles cumplidores del precepto dominical, claman contra los católicos que no van a misa. Estoy seguro de que ninguno de los aquí presentes pertenecéis a esa clase de ciudadanos aviesos o escépticos o pretendidamente sociales que aluden a los gastos de investigación en el espacio recordando el hambre en el mundo.

¿Por qué gastar tanto dinero en ir a remotos espacios siderales cuando tan cerca de nosotros hay gente que muere de hambre? Ya digo que, entre vosotros, estoy seguro, no hay ninguno de estos especímenes justicieros. Pero, es una queja que se oye no tan rara vez y que puede tener algún sentido si se cree que la aventura espacial no es más que un pugilato por el prestigio de las naciones o una carrera entre las grandes potencias para conseguir llegar antes que el otro al punto desde el que es posible destruirlo o chantajearlo con el terror. Evidentemente no es así, como ahora veremos.

«Deimos Space quizá es, en este momento y en todo el mundo, la más capaz de mostrar que la tecnología espacial responde a unas necesidades apremiantes de la Humanidad»

Hoy hemos traído aquí, para distinguirla con nuestro reconocimiento y nuestro modesto galardón, a una empresa espacial española que tiene por nombre Deimos Space, y quizá es, en este momento y en todo el mundo, la más capaz de mostrar que la tecnología espacial responde a unas necesidades apremiantes de la Humanidad, tan apremiantes que en algún momento se ostentaron alarmantemente angustiosas. Y es que Deimos Space, con su proyecto Don Quijote, ha tomado la delantera a quienes, en Rusia, en EE. UU. y en la propia Europa, se han planteado responder a las alarmas cósmicas que desde hace tres años desigualmente preocupan.

En efecto, el 19 de junio del 2004, los astrónomos del Kit Peak National Observatory de Tucson (Arizona) comunicaron que un asteroide de 250 metros de diámetro, orbitando alrededor del Sol, pasaría en el año 2029 a 40.000 kilómetros de la Tierra, es decir, a una distancia inferior a la que nos separa de la Luna. En 2036, se repetiría ese paso, pero, a menor distancia. También en el observatorio de Arecibo (Puerto Rico), el más potente del mundo, los astrónomos norteamericanos comunicaron, en 2004, la existencia de este asteroide con una descripción semejante a la de Tucson. Ambos coincidían en la escasa probabilidad de que el asteroide, al que llamaron Apophis, chocase con la Tierra, pero, ambos también admitían la posibilidad de que una colisión con un pequeño asteroide alterase su rumbo y lo encaminara a nuestro planeta. Su impacto en el globo terráqueo equivaldría a una explosión de 20.000 bombas atómicas.

«En octubre de 2006, rusos del observatorio de Pulkovo, de la Academia de Ciencias de Moscú, daban cuenta de la existencia del asteroide Apophis, anunciando que podría impactar contra la Tierra en el año 2035»

En octubre de 2006, fueron los rusos del observatorio de Pulkovo, de la Academia de Ciencias de Moscú, los que daban cuenta de la existencia del Apophis anunciando que podría impactar contra la Tierra en el año 2035. El diámetro que le atribuía era casi cuatro veces mayor que el de las descripciones norteamericanas. Era una perspectiva mucho más pavorosa, pero, antes de un mes, el 2 de noviembre, el académico ruso, Boris Shustov, anunciaba que el Apophis nunca chocaría con la Tierra.

 

Frente a este optimismo ruso, la NASA reaccionó con cautela. Decidió esperar hasta el 2013 y hacer entonces un nuevo balance de la situación hasta ver si procedía enviar una misión para colocar un transmisor en el flanco del Apophis y perseguir su órbita. En todo caso, los americanos han venido pensando que siempre sería posible impactar contra el Apophis y trocearlo.

 

La Agencia Espacial Europea no aprobó esta última eventualidad. Trocear el asteroide sería incrementar peligrosamente una basura espacial que ya empieza a ser preocupante. Por eso, la Agencia Europea pensó en instrumentar dos cohetes: uno para impactar en el asteroide y desviarlo; y otro para acompañarle con un continuo seguimiento. A tal efecto, la Agencia Espacial Europea convocó un concurso para financiar estudios que diseñaran la misión más acertada. Se seleccionaron seis proyectos cuyo estudio financiaría la Agencia. Uno de esos proyectos financiados por la Agencia fue escogido para su realización: era la misión Don Quijote presentada por la empresa Deimos Space.

«La Agencia Espacial Europea convocó un concurso para financiar estudios que diseñaran la misión más acertada y uno de ellos era la misión Don Quijote presentada por la empresa Deimos Space»

Una razón importante para esta preferencia era la simplificación del proyecto que proponía Deimos. Los dos cohetes previstos por la Agencia Europea se fundían en uno solo que llevaría los dos instrumentos precisos: uno el encargado de impactar sobre el asteroide y desviarlo; el otro el destinado a seguirlo y vigilar su trayectoria. El ahorro de un cohete era un sensible ahorro presupuestario.

En España, había 15 empresas espaciales y, en total, concursaron 23 empresas. Una de ellas, la española EADS, era de 30.000 operarios. ¿Qué empresa era esta Deimos que triunfaba tan espectacularmente?

Deimos la fundaron en el año 2001 un grupo de 23 ingenieros y graduados. Cada uno de ellos aportó modestamente el equivalente a la entrada de un piso, y ese fue todo su capital. Fijó su sede en el Parque Tecnológico de Tres Cantos y montó sus instalaciones operativas en el Polígono de Boecillo, de Valladolid. Un año más tarde, en 2002, Deimos Space entró en el grupo Elecnor para intercambiar tecnología y recibir respaldo financiero.

«Deimos Space se fundó en 2001 por un grupo de 23 ingenieros y graduados. Cada uno de ellos aportó modestamente el equivalente a la entrada de un piso, y ese fue todo su capital»

En la actualidad, Deimos Space cuenta con 230 técnicos que desarrollan importantes actividades en telecomunicaciones, movilidad, transporte, industria y medio ambiente. Forman parte del proyecto Galileo, el satélite europeo pensado para competir con el GPS americano. En 2006, facturaron más de 12 millones de euros.

El proyecto Don Quijote no parece financieramente asequible en su realización total para la Agencia Europea del Espacio. Pedro Duque, el astronauta español, temporalmente al frente de la empresa filial Deimos Imagin, declara que este gasto sería asumible por la economía española. En todo caso, se ha creado el know how suficiente para afrontar cualquier emergencia proveniente del Apophis o de cualquier otro asteroide que pudiera desviarse hacia la Tierra por un impacto no previsto. Estamos hablando del espacio y de una empresa española puntera en la ciencia y la tecnología espacial. Y hay 14 empresas españolas más trabajando en la ciencia y la tecnología del espacio. Me parece importante que los españoles lo sepan.

Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC

ALUR (Alcoholes de Uruguay)

Raúl Sendic – Presidente de ALUR

Discurso de entrega

La empresa Alcoholes de Uruguay (ALUR), a la que hoy concedemos la Placa de Honor de la Asociación Española de Científicos (AEC), está desarrollando el proyecto Sucroalcoholero en Bella Unión, que tiene el propósito de reestructurar las fuentes energéticas de este país mediante la progresiva sustitución de combustibles fósiles por agrocombustibles.

Con ello se pretende conseguir la soberanía energética de Uruguay, evitando buena parte de los gastos inherentes a las importaciones de petróleo.

Quizá cause sorpresa que nuestra Asociación escoja esta opción honorífica, porque precisamente en estos días, aquí en España, se comprueba que los precios del pan y de las carnes están subiendo exageradamente y se dice que ello se debe a que los productos agrícolas están pasando a ser materia prima para la fabricación de carburantes. Estudios solventes demuestran que estas alteraciones de los precios no se deben a la incipiente industria bioenergética, sino que ésta ha servido de pretexto para estas falsas especulaciones.

Hay otro motivo de sorpresa, o quizá de confusión, en el hecho de que nuestra Placa de Honor distinga a una empresa, Alcoholes del Uruguay, y a su proyecto Sucroalcoholero, cuando estas derivas de los frutos agrícolas hacia la producción de energías parecen atender más a las exigencias del capitalismo que al sustento alimentario del pueblo. Y, si esto es así, ¿cómo se explica que la figura descollante en todo este programa sea precisamente Raúl Sendic, el hijo del Raúl Sendic, caudillo de los Tupamaros, que siempre se ha considerado continuador de la obra de su padre?

Si se conoce la reciente historia de Uruguay, se sabrá también que Raúl Sendic padre, al salir de sus doce años de cárcel, en 1984, y próximo ya a su fallecimiento en París, formuló un plan para la suspensión de la lucha armada y para afrontar problemas económicos y sociales dentro de la más estricta legalidad.

«El proyecto Sucroalcoholero, que impulsa Raúl Sendic, trata de obtener carburantes a partir de la agricultura, disminuyendo sustancialmente la factura del petróleo importado, además de potenciar la agricultura para fines alimentarios»

Pues bien, el proyecto Sucroalcoholero, que impulsa Raúl Sendic hijo, es una realización económica, social y ecológica. Se trata de obtener carburantes a partir de la agricultura, disminuyendo sustancialmente la factura del petróleo importado, además de potenciar la agricultura para fines alimentarios. Esto es una actividad económica. Se promueve, además, la creación de puestos de trabajo, tanto en jornales agrarios como en operarios de las nuevas instalaciones industriales. Esto es actividad social. Y se trata, ademá,s de combatir el impacto sobre el medio ambiente que producen los combustibles fósiles. Esto es actividad ecológica.

Una consideración nada desdeñable, a efectos de evitar suspicacias, es que el proyecto Sucroalcoholero no implica una desviación de la producción agraria hacia usos que alguien podría considerar objetables. Afortunadamente, la tiranía de los datos y de los guarismos nos demuestra que no se ha desviado lo existente, sino que se ha restaurado y recompuesto lo que casi había dejado de existir.

En efecto, la caña de azúcar (sobre la que se asienta el proyecto Sucroalcoholero) se cultivaba tradicionalmente en la zona de Bella Unión, al noroeste del país. Eran 10.000 hectáreas de cultivo, con 2.000 jornaleros agrarios y 700 trabajadores en los ingenios industriales. A partir de 1992, la competencia del azúcar brasileño ocasionó la quiebra de la producción azucarera. Las hectáreas cultivadas se redujeron a menos de 2.000, los trabajadores agrarios bajaron a 900, y los operarios de los ingenios se quedaron en 480, pero, además, estos últimos con sólo dos meses de ocupación al año.

«La primera fase del proyecto Sucroalcoholero comenzó en enero de 2006 y, hasta el presente, ha restaurado el cultivo de caña hasta las 6.800 hectáreas y ha incrementado la ocupación hasta los 2.750 puestos de trabajo»

Pues bien, la primera fase del proyecto Sucroalcoholero comenzó en enero de 2006 y, hasta el presente, ha restaurado el cultivo de caña hasta las 6.800 hectáreas y ha incrementado la ocupación hasta los 2.750 puestos de trabajo. Ha aumentado el rendimiento hasta los 5.800 kilos de azúcar por hectárea. De momento, el azúcar se destina al mercado interno, pero, muy pronto, se utilizará también para la producción de bioetanol. Este bioetanol se mezclará con el gasóleo producido por la ANCAP (Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Pórtland) para disminuir las importaciones de crudo, así como la contaminación atmosférica.

Para el año 2008 se prevé aumentar a 12.000 el número de hectáreas azucareras y comenzar una diversificación industrial. Para ello se ha montado, junto a la destilería central de ANCAP, una deshidratadora capaz de mezclar el etanol con gasolina. Esta instalación generará 500 puestos de trabajo en la industria y fomentará la creación de pequeñas empresas orientadas a la producción de fertilizantes o a la utilización de melazas. También se espera diversificar la base agrícola para la producción del etanol mediante cultivos de sorgo dulce y remolacha azucarera y, mediante la utilización de la paja de arroz, que hasta el presente no tenían aprovechamiento energético. Los cultivos oleaginosos de girasol y colza proporcionarán estimables aumentos bioenergéticos por su mezcla con el gasóleo. Se considera que las plantaciones de girasol y colza deben llegar a las 60.000 hectáreas.

«A esta AEC concierne especialmente el trabajo de investigación agronómica sobre recursos genéticos, técnicas de manejo y discernimientos de biodiversidad que ha realizado el proyecto»

Esta primera fase ha comportado también una dinamización y coordinación de las principales entidades ministeriales, bancarias y sindicales del país para alumbrar innovadores modelos de gestión participativa cuyo seguimiento se realiza a través de reuniones mensuales. A esta AEC concierne especialmente el trabajo de investigación agronómica sobre recursos genéticos, técnicas de manejo y discernimientos de biodiversidad que ha realizado el proyecto. Este trabajo de investigación científico-tecnológica se ha hecho con la cooperación de la Universidad de la República, del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria y de técnicos independientes, y se ha propuesto crear un Centro de Investigación en Energías Alternativas.

Se espera que estos desarrollos agroindustriales obren una reactivación socioeconómica en la mitad norte del país. Se espera reducir en un 4% la importación de petróleo y que el 5% del combustible producido por ANCAP sea biodiesel. Como se ve, en todas estas realizaciones actuales y futuras no se produce una reducción de la agricultura alimentaria, sino un aumento de la misma dentro de una reactivación general del campo.

El testamento de Raúl Sendic padre ha empezado a cumplirse y su hijo, aquí presente, no es ajeno a todo ello. Quiera Dios que en nuestra España se genere un modelo similar.

Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC